Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


La escalera

06/06/2023

Hoy es seis de junio, el penúltimo peldaño de la escalera. El mes que viene llegará el siete de Julio y, por lo tanto, el último escalón para celebrar San Fermín. Un día -como se sabe-, de fama mundial y del que ya se ha escrito en este espacio tipográfico en alguna ocasión con mayor o menor acierto, pero siempre con devoción, cariño y respeto.
No piense el lector que va a encontrar en esta columna, a falta de un peldaño, un alegato pamplonica o una añoranza sanferminera. Tiempo habrá dentro de treinta días para ello, si es que hay ocasión y el santo morenico ilumina al plumilla que la firma. Pero hoy, no. Este martes sólo escribiremos de la escalera como espejo de la realidad social y profesional. Como el horizonte al que se elevan las pasiones más mundanas, en la búsqueda de una mejor reputación mortal y eterna.
Estos días, subir la escalera es un suspiro y anhelo. Es el camino que -con o sin esfuerzo-, muchos ascienden para mejorar su estatus profesional y social. Está formada por los ansiados peldaños que transitan hacia el reconocimiento, la fama, la gloria, y que hacen sentirse a algunos humanos menos mortales que otros, cuando llegan a la cúspide.
Estos días de resaca electoral, son tribu los que creen contemplar el mundo desde el final de su escalera. Quien dice mundo, dice pueblo, diputación o comunidad. Porque escaleras hay muchas, y cada uno suele elegir la que le pilla más a mano, o próxima.
Los hay que ya preparan sus mejores galas para hacerse la foto que inmortalice su ascensión divina ganada el pasado veintiocho. Se retratarán en el último peldaño que acumula sus victorias, triunfos y éxitos. Convierten así la escalera en una escalinata de mármol dónde recogen los galardones que consideran merecidos.
Miran a los peldaños más lejanos de abajo, y escuchan las aclamaciones y aplausos. Muchos de esos halagos, tan falsos como las que ellos mismos dieron cuando ocupaban esos escalones, y eran otros los que regían la escalera.
Algunos de los que estos días miran desde lo alto de su escalera, olvidan que también se bajan. Y, a veces, rodando. En el último peldaño, y a modo de recordatorio, una placa debería recordar a todos aquellos que disfrutaron de sus mieles (con o sin méritos propios), y cayeron por el hueco de la escalera. Bien por sus deméritos, o por los fabricados por sus enemigos. Esa placa debería rezar más o menos así: 'más dura será la caída'.
Todas las escaleras tienen un hueco, y más las políticas. Ese hueco se suele abrir cada cuatro años, y es voraz. Suele tragarse a quienes se han olvidado de aquellos sanos principios que, en el mejor de los casos, alguna vez albergó su conciencia. También se traga a los que han obrado honestamente. Estos últimos suelen caer por envidias, o por creer que estaban bien agarrados a una falsa y traicionera barandilla.
En esto de las escaleras los gallegos son muy sabios. No decir si se sube, o se baja. Y nunca olvidar el vértigo.

 

ARCHIVADO EN: San Fermín