Esther Durán

Serendipias

Esther Durán


Prohibido matar

19/04/2024

¿Qué dirá la aplicación con nombre de tubérculo si escaneamos el código de barras de un paquete de tabaco? Afortunadamente, más bien milagrosamente, hace más de cinco años que no compro y no puedo probarlo. Lo que sí he comprobado es que no existe basura con mayor capacidad de adicción mental y física. Una vez entras al club, estás jodido. Sirve para todo, es milagroso, relaja, excita, concentra, evade, consuela…todo en uno ¿conocen algún otro producto que consiga todo eso? Pero quien lo probó, lo sabe: lo que hace, lo que verdaderamente hace, es enganchar. 
Siendo fumadora dudaba mucho de mi capacidad para abandonar un hábito que me encantaba; arrepentida, recordaba infinitas veces el día en que lo probé por primera vez y caí rendida; ridículamente pensaba en lo afortunada que sería si pudiera regresar a ese momento y decir no. Me encantaba, pero sabía perfectamente que era un error máximo. Sin tener hijos, mi propuesta estrella para terminar con el dulce veneno era que se vendiera como un fármaco, dispensarlo a enfermos, como lo era yo; a quienes ya nos habíamos metido en el pozo no podían quitárnoslo, pero evitar que los vírgenes cayeran por el precipicio del vicio mortal me parecía necesario; vamos, te encanta, pero no se lo deseas a nadie. 
Fue una gratísima sorpresa escuchar una mañana en la radio la novedosa medida de Nueva Zelanda: prohibido fumar para los nacidos a partir del 1 de enero de 2009, mi idea, mejorada, hecha realidad, no crear nuevos adictos. Desgraciadamente para esas nuevas generaciones, el cambio de gobierno en el país insular ha revocado la ley, ya saben, porque afectaría a la cifra de ingresos, obviamente económicos, no hospitalarios. La buena nueva es que Reino Unido tomó nota de la idea y se suma a ella, poniendo sobre la mesa otra vez este debate en el que, como en casi todas las cuestiones que se discuten de índole ética, la balanza se contonea entre la economía de unos y la vida de otros. Hay tantos y tantos temas en esa disyuntiva...  Ojalá, y ahora lo deseo mucho más que en mis años de esclavitud fumadora, lo haga España, al fin y al cabo, no es tan novedoso, en nuestro país, ya está prohibido matar