Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


El chupinazo

04/07/2023

Los estadounidenses celebran hoy -y con mucho orgullo-, su día de independencia. Ya sabe usted, lector, el cuatro de julio. Una fecha que los cinéfilos recuerdan también por la película de Oliver Stone. Un día que se celebra de forma muy patriótica en aquel país, y que provoca todo tipo de sentimientos dentro y fuera de sus fronteras.
No piense el lector que se va a encontrar en los siguientes párrafos un panegírico a favor, o en contra, de los que celebran este día tan importante para Estados Unidos. Tampoco una crítica de cine. Sin ánimo de desmerecer la festividad estadounidense, para el autor de la columna esta primera semana de julio encierra días mucho más importantes y universales. Conmemoraciones cósmicas (que diría aquella ministra) que sí merecen, como ya es tradición, una columna en esta fechas. Y sobre estos días situados al final de esta semana vamos a escribir a partir de la siguiente línea.
Porque si hoy es cuatro de julio, el jueves es seis y el viernes, siete. Y eso sí que es importante. El día del chupinazo y el día que se conmemora San Fermín son fechas vitales que convierten a Pamplona -y por supuesto a España-, en el centro del planeta. Como dicen en la Comunidad Foral, los sanfermines son una fiesta navarromundial.
Dentro de apenas cuarenta y ocho horas, quien firma la columna espera estar en esas calles pamplonicas vestido como la cal. Con el pañuelico anudado a la muñeca y ansioso por ver y escuchar el estallido del chupinazo en la Plaza del Castillo. El cohete que abre el cielo de Pamplona al mundo entero.
En ese momento, miles (y porqué no decir millones) de personas elevarán la mirada y gritarán un Viva San Fermín dormido y ahogado en las gargantas durante doce meses. Un clamor de euforia y fiesta desatado que, un año más, romperá fronteras y se escuchará en todo el orbe. Un rugido de decibelios ingobernables que estallarán en el cielo pamplonés y situarán a la Vieja Iruña en la capital del mundo.
El chupinazo inundará las mejillas de lágrimas, de recuerdos, de alegría y también de añoranzas. De ansias por abrazar y fundirse con los amigos. Por compartir con ellos la alegría de la vida, y por mantener el recuerdo de los que ya no están.
El chupinazo es un cartucho de pólvora que se eleva al cielo para no regresar. Un cohete que deja escritas en el aire todas las emociones contenidas en el almanaque. El proyectil festero que hincha los corazones de todos los que aguardan las fiestas más universales. El petardo de la vida que estalla orgulloso como un clavel reventón.
El siete de julio, y también el seis, son días de conmemoración internacional y universal, como corresponde a las fiestas más afamadas en los cinco continentes. Los que han vivido alguna vez esos días por las calles de Pamplona, saben que son los más esperados del calendario. Los días de la amistad y la fiesta más desbordante e incontenible.
El santo morenico ya está con el cronógrafo en la mano.