Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Incendiaría España

15/03/2024

Quiero pensar que los españoles tenemos más madurez, más serenidad y somos mucho más responsables que nuestro presidente del gobierno y sus acólitos. Por mucho que su petulancia le lleve a querer emular a Kennedy, con su foto en la ventanilla de ese 'falcon' que va y viene a Centroamérica transportando Dios sabe qué, su realidad es que en  cuanto abre la boca su imagen muestra un petimetre sin fuste, un político amoral y un ser ayuno de empatía hacia cualquier persona o idea respetable.
El espectáculo que ha dado con motivo de la celebración de vigésimo aniversario de los atentados del 11 de mazo, dejando fuera de los actos oficiales al jefe de la oposición, lo colocan entre esos seres aviesos a quienes no les mueve otra cosa que el odio y la inquina, lo coloca entre esa gente torcida en cuyo leguaje no cabe el rival ni el adversario, solo conocen al enemigo y además irreconciliables. Esos individuos carentes de cualquier conciencia a quienes no les mueve otra cosa que el poder de las instituciones, esos para quienes su personal interés justifica  cualquier acción, esos, en definitiva que jamás han comprendido esa frase de nuestro expresidente Azaña de «paz, piedad, perdón…»
Está claro que esos atentados hirieron a muchos más de los que iban en los vagones reventados, incluso a muchos más de los allegados a las víctimas. Pero, por muy graves que fueran los errores que pudieran haberse cometido ya no es hora de lanzarse el «y tú más» tan típico en las sociedades cainitas. Ni el gobierno debió empeñarse en acusar a quienes se demostró que no fueron los autores, ni la oposición debió usar tan trágicos sucesos para sacar rédito electoral. Pero en cualquier caso ni el gobierno ni la oposición fueron los autores, y ya solo es hora de aprender para evitar la repetición y, por supuesto, de mantenerse unidos contra los bárbaros que provocaron el suceso. Pero parece que Pedro Sánchez es feliz desenterrando lo peor de nuestra Historia, es obvio que carece de cualquier atisbo de la grandeza que debería adornar a cualquier buen gobernante.
Sus actuaciones en el Parlamento, obstinándose en hacer acusaciones de hechos, unos falsos y otros superados por el tiempo, demuestran bien claro que no está en su ánimo cultivar la concordia, aún dentro de la diversidad de opiniones, sino todo lo contrario. Se está retratando como una persona más partidaria de la tormenta que de la calma, más amante de la división que de la unión, que cultiva más la disputa que el entendimiento de los españoles. El problema añadido es  que a nadie de los  que podrían detener su perversa deriva los pesa más la conciencia que el amor al sueldo sin sudor. Realmente están demostrando, aparte de su bajeza, el fracaso de un sistema que permite que un déspota imponga su voluntad sobre tantos órganos que son colegiados precisamente para evitar que suceda esto.
Pero no todo está perdido ni mucho menos. Antes o después los españoles podrán hablar y esa madurez y responsabilidad que estoy seguro que tiene la mayoría dará buena cuenta de estos personajillos a quienes no les mueve otra cosa que sus miserables intereses y pondrán en su sitio a esta patulea coral a la que, con tal de continuar no les importaría que ardiera España.   

ARCHIVADO EN: España, Pedro Sánchez