«Fue bajar la dosis de fentanilo y se me vino el mundo encima»

Galán
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Es el testimonio de Luliana, una mujer de 54 años, que ha dejado el fentanilo tras ocho años de consumo bajo prescripción médica. Revela que no era consciente de sus efectos y ahora se emociona al haber superado su adicción

Luliana lleva dos meses sin consumir fentanilo después de más de 8 años tomándolo bajo prescripción médica. - Foto: Mauricio Dueñas Castañeda

«Cuando llegué a la Unidad de Conductas Adictivas y me explicaban lo malo que puede llegar a ser el fentanilo pensé que me estaban engañando. No entendía porqué me lo querían quitar si yo me lo tomaba y estaba en el paraíso». Semejante testimonio deja entrever la falta de información con la que algunos pacientes han llegado a experimentar una adicción tras hacer caso a su médico.

Es el caso de Luliana, una mujer residente en Toledo de 54 años de edad. Un camino afectado por diversas patologías la llevaron a consumir fentanilo como remedio contra el dolor. Lo que empezó con una operación por un tumor cerebral en el año 2012 que se complicó más de la cuenta al hallarse cerca de un nervio y, por tanto, impedía su eliminación total, acabó con la primera receta de fentanilo en el año 2015.

Luliana comenzó tomando una dosis de 100 miligramos cada cuatro horas, aumentando su dosis progresivamente. La paciente oncológica revela que en ningún momento recibió información sobre los efectos de este opioide sintético y pese a que leyó el prospecto denotando «que era bastante peligroso», reconoce que optó por seguir tomándolo porque «buscaba que desapareciera el dolor y lo conseguía. Me dejaba muy feliz».

Al intentar describir la sensación tras su consumo, Luliana narra que sentía una especie de mareo que le hacía «no pensar», aunque relata que llegaba a caerse sin darse cuenta despertándose «llena de moratones». Los efectos de una adicción que la llevaron hasta consumir ocho comprimidos diarios de 200 miligramos, dejando de lado sus tareas en la casa y provocando, incluso, problemas personales como la separación de su marido. «Tenía cuatro o cinco cajas mensuales por prescripción médica, pero no me llegaba con ellas. Cuando me las tomaba me sentía en el paraíso y dejaba incluso de comer», relata.

Cuando se fue recuperando de su enfermedad, desde la Unidad del Dolor le retiraron el tratamiento, reduciendo la dosis a la única caja mensual que le recetaba su médico de cabecera. «Se me venía el mundo encima. Pasar de cinco cajas al mes a sólo una era como si se hubiera muerto mi madre», revela denotando rasgos de emoción entre sus palabras. Un grado de adicción que le llevó a dividir por la mitad los comprimidos para redistribuir los efectos en varias tomas.

Después de pasar por una nueva enfermedad empezó a acudir a un psicólogo, lo que reconoce que le ayudó mucho para llegar hasta hoy. A través de este paso, Luliana conoció a la doctora de la Unidad de Conductas Adictivas, Ana Isabel Henche, en el Hospital Provincial de Toledo. Tan sólo en unos  pocos meses acudiendo a su consulta, «la doctora Ana ha conseguido eliminar todo el fentanilo de mi cuerpo», celebra emocionada de nuevo.

Un contexto que lleva hasta las primeras líneas de este artículo. El grado de adicción alcanzado por Luliana no le permitía comprender las explicaciones de Ana Isabel Henche sobre lo peligroso que era su consumo, pero ahora reconoce abiertamente que «es difícil describir lo que ha luchado esta mujer hasta conseguir que yo lo dejara en muy poco tiempo».

Luliana lleva prácticamente dos meses sin consumir fentanilo y presentando aún patologías severas que requieren medicación, pero los consejos de su doctora y su fuerza de voluntad la permiten estar orgullosa de sí misma y mirar con perspectiva a su pasado. Ojalá su caso sirva de ejemplo para muchos otros consumidores que desconocían las consecuencias de un fármaco que parece haberse malutilizado en los últimos tiempos.