Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


De botijos

22/04/2021

Entre mis modas preferidas está la de portar una botella de agua, allá donde quiera que vayas y sea lo que sea lo que estés haciendo, para, abriendo y cerrando el tapón las imprescindibles mil veces, asegurarte a pequeños sorbitos que no correrás ningún riesgo de deshidratación.
Si esto de beber una cantidad arbitraria a lo largo del día no deja de ser una tarea más de la que tener que ocuparse, desconozco las razones por las que no esperamos hasta tener sed. Automáticamente el cerebro de una persona sana detecta si el cuerpo necesita agua y activa directamente la necesidad de ingerir líquidos. La sed es uno de los primeros síntomas de la deshidratación y el principal mecanismo del organismo para mantener la homeostasis hidroelectrolítica, por lo que hasta que apareciera podríamos despreocuparnos.
Al menos, empiezan a verse botellas reutilizables que, además, permiten emplear el agua del grifo que está muy bien controlada sanitariamente y, afortunadamente en la mayoría de España, es de una calidad excelente. Incluso se promociona, como lo hacen desde 2014 el Consorcio de Aguas Bilbao-Bizkaia y Bilbao Bizkaia Slow, para que los locales de hostelería ofrezcan a sus clientes agua del grifo servida en jarras y botellas de cristal diseñadas por artistas que incorporan la imagen corporativa de cada establecimiento.
Años antes, la Fundación Tierra se embarcó en una campaña para reivindicar el uso del botijo en la lucha contra el cambio climático y WWF defendió el botijo como ejemplo tradicional de buena gestión y ahorro de agua de los españoles en la Conferencia Internacional sobre Escasez de Agua y Sequía de 2010.
Sin generar residuos ni emisiones de efecto invernadero, el botijo, fabricado con cerámica porosa, consigue enfriar el agua que contiene en su interior por el efecto térmico que se produce al ir evaporándose. Por capilaridad debido a la porosidad del recipiente, se exuda agua que para evaporarse toma la energía térmica necesaria del agua interior, por lo que la enfría. Siendo propio de nuestra cultura mediterránea y una acción sencilla a nuestro alcance, inexplicablemente no tiene mucho éxito.
Los Premios Rolex a la Iniciativa, que reconocen a personas de espíritu emprendedor que con sus proyectos consiguen hacer del mundo un lugar mejor, otorgaron el galardón al profesor nigeriano Mohamed Bah Abba en 2002. Su logró fue el diseño de un frigorífico, conocido como zeer en árabe y pot in pot en inglés, cuyo funcionamiento se basa en el enfriamiento del agua de manera análoga al botijo. Compuesto de dos recipientes de barro cocido de distinto tamaño para que quepan uno dentro de otro y se pueda llenar el espacio entre ellos con arena que debe estar constantemente húmeda. Gracias a la evaporación del agua de la arena, sin necesidad de energía, desciende la temperatura hasta veinte grados centígrados, dependiendo de las condiciones climáticas, en la vasija interior donde se almacenan alimentos o medicamentos.
Esta tecnología ancestral ofrece esperanza a ciertas zonas africanas, aumentando los alimentos disponibles al reducir su deterioro y desperdicio y disminuyendo los riesgos para la salud por la comida en mal estado.