Posiblemente todos ustedes habrán soñado con viajar, o lo habrán hecho, a algún lugar que guarde los restos de alguna gran civilización del pasado. Egipto, las ciudades mayas, la India, Japón…son lugares exóticos que exaltan nuestra imaginación y nos llenan de evocaciones sugerentes. Y, sin embargo, no es necesario hacer largos recorridos en avión para encontrarse con una civilización misteriosa, llena de enigmas e interrogantes.
En la península Ibérica tenemos una, y sus testimonios pueden contemplarse a poco más de una hora de Toledo, en la antigua Complutum, la vieja ciudad señorial de los arzobispos toledanos. Porque en el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, situado en Alcalá de Henares, se muestra la extraordinaria exposición Los últimos días de Tarteso, que recoge una amplia muestra de los restos de esta cultura, desarrollada en los valles del Guadalquivir y del Guadiana, aunque tenemos testimonios incluso muy cercanos, en Belvís de la Jara, donde apareció una tumba con ajuar perteneciente al ámbito tartésico.
Envuelta en las brumas de la leyenda y de la mitología, que señala Tarteso como el lugar donde Hércules realizó uno de sus trabajos, el robo de los bueyes de Gerión, junto a otros relatos que recoge Heródoto; mencionada posiblemente en la Biblia, donde varios pasajes del Antiguo Testamento hablan de 'las naves de Tarsis', durante mucho tiempo su conocimiento no pasaba de dichas referencias -que se concretaban en los manuales en algún nombre como el mítico rey Argantonio-; en los últimos años, gracias a las excavaciones arqueológicas, poco a poco nos va desvelando su misterio, mostrándonos una cultura desarrollada a partir del siglo VIII antes de Cristo, que alcanzó su máximo esplendor en el VI, sufriendo a fines de este siglo una crisis que, sin embargo, no supuso su final, sino el traslado de su núcleo desde el entorno del Guadalquivir hasta el del Guadiana.
Es sobre esta fase, con los fascinantes descubrimientos de varios santuarios, como Cancho Roano o el excepcional de Casas del Turuñuelo, en Guareña, sobre la que, tras hacernos un recorrido por los orígenes, se centra la exposición. Este último santuario, del que se ofrece una reconstrucción y se muestra un vídeo, es realmente espectacular, con la hecatombe que se encontró en el patio, un enorme sacrificio de animales realizado en el mismo, previo al incendio, clausura y abandono del edificio, en una destrucción ritual aún inexplicable.
Y ha sido aquí donde hace unos meses se encontraron cinco altorrelieves que representan diferentes rostros, transformando la idea que se tenía del arte tartesio. Dos de ellos, casi completos. Presentados en el propio yacimiento, se han incorporado recientemente a la exposición, siendo un nuevo aliciente para visitarla. Estuve largo tiempo contemplándolos. Los primeros rostros de Tarteso. Uno de ellos nos dirige una leve sonrisa, cautivadora, llena de sugerencias sobre la civilización que lo creó.
Quizá, algún día, seamos capaces de descifrar la enigmática sonrisa tartesia.