Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Una herradura, una chancla y una bola de golf

28/09/2023

El suelo de las dehesas está cubierto por pastizal mayoritariamente terofítico de especies de plantas que tienen un ciclo vital fugaz, ya que están adaptadas a los rigores del clima mediterránea y soportan el frío del invierno y la sequía en reposo vegetativo, en forma de semilla. Por eso, a medida que va pasando el verano, las zonas de pasto se van pareciendo más a un páramo yermo y polvoriento que a una verde pradera.
En este tiempo, cuando paseas por el campo no suele ocurrir que vuelvas con algún esparrago, alguna seta, bellotas o alguna flor porque las posibilidades de cosecha son escasas. Pero, a veces, el suelo desnudo nos ofrece si no valiosos, asombrosos y sorprendentes hallazgos que avivan la curiosidad y animan a formularte hipótesis sobre su procedencia. Esta vez regresé de mi paseo con un tesoro compuesto por una herradura oxidada, una bola de golf medio desintegrada, aunque blanca blanquísima, y la mitad de una chancla negra que fui encontrando entre el polvo del suelo. 
No son como las piedras del hambre que servían de señales de sequía y advertencia de que la hambruna estaba cerca, como aquella del cauce del río Elba a su paso por D??ín con su explicita inscripción: "Si me ves, entonces llora". Ni son, ya me hubiera gustado, como el maravilloso Dolmen de Guadalperal que reaparece cuando retroceden las aguas del embalse de Valdecañas por sequía o por desembalsados hidráulicos. Entre muchas más razones porque, a todas luces, estos se explican por el contexto donde se encuentran y para mis joyas tenía que indagar sobre qué podía explicarme qué hacían allí. Algo más parecido a la deriva de materiales en los monumentos arqueológicos, ya que fruto de la lógica económica se han encontrado en los sitios más insospechados. La piedra de Rosseta descifrada por Champollion reforzando un muro o una lápida romana como altar en Santa Mariña de Asadur. Bueno, al menos los de naturaleza pétrea porque hay muchos testimonios de caleras y fraguas emplazadas en restos de construcciones para transformar el mármol y el hierro.
Pues bien, para la herradura la respuesta fue sencilla, los caballos de enganche cuando no hacen deporte pastan por allí y alguno la perdería. Mayor misterio era la bola de golf, y que algo tan blanco no lo hubiera visto nadie antes, pero alguien me contó que hace tiempo, aunque lejos, había un campo de golf rural y podía haber llegado por un desatinado golpe de un forzudo golpista. ¿Y para la chancla? ¿Quién puede pasearse por el campo con el pie y los dedos al descubierto?  
Compartiendo mis cuitas con un amigo ganadero, me mostró un cubo con sus hallazgos en las pacas de heno. Allí había un chupete, un cinturón con su hebilla, trozos de porcelana, botes, restos de una radio, plásticos variados, cuerdas, etc. El misterio quedaba resuelto, pero ahora tendré que investigar cómo estos llegan hasta las empacadoras.

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