Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


El Rey

06/10/2023

Muchísimos españoles no son ideológicamente monárquicos, piensan que no es razonable que la titularidad de una institución tan importante se adquiera por herencia, pero sin embargo, apoyan sin ningún titubeo a la institución en España. Tienen razón bajo mi punto de vista, porque, si es verdad que parece arcaica su forma de elección, es aún más evidente la irremplazable labor que hace la monarquía en España.
¿Se imaginan ustedes que Pedro Sánchez, en lugar de presidente del gobierno, fuera el presidente de la república española? No creo que sea exagerado decir que España nada tendría que envidiar a Venezuela, Rusia, Cuba o 'democracias' similares. Sobre todo, contando con un escudero tan servicial a su causa como el presidente del Tribunal Constitucional, don Cándido Conde-Pumpido y una sociedad con principios tan maleables como la española.
Quizá sea por esta circunstancia de ser una institución en vías de extinción en el mundo, o porque ningún español que se declare 'progresista' se declarará a su vez monárquico, el caso es que el comportamiento de la institución, dista muchos años luz de cómo lo hace el gobierno, los magistrados del constitucional, la fiscalía general y tantas otras, carentes realmente de principio alguno que no sea en propio provecho.
Esta distancia la ha remarcado nuestro Rey en su actuación en la proposición de candidato a presidir el gobierno. Nuestra Constitución no dice a quién tiene que proponer como candidato, solamente dice que la proposición ha de hacerla después de consultar con los representantes de las formaciones políticas con representación parlamentaria. Un rey con los principios de don Pedro, don Cándido o don Álvaro, propondría a un amiguete y en caso de no salir elegido y tras nuevas consultas propondría al mismo amiguete y así hasta el infinito, porque conforme a la letra de la Constitución nada se lo impediría. Sin embargo, la talla ética, humana y el sentido del deber de nuestro Rey, jamás le permitiría semejante estratagema y ha hecho lo que tenía que hacer: cumplir no solo con la letra sino con el espíritu y la lógica interpretativa de la Constitución.
Es curioso y denota la estofa de los discordantes, que cuando el Rey propuso a Feijóo, muchos lo criticaron porque se había inclinado por un señor que no tenía mayoría suficiente, cuando era el que había ganado las elecciones y en buena lógica debería ser el primero que debía intentar formar gobierno. Ahora que ha propuesto a Pedro Sánchez, que tampoco tiene aún la mayoría necesaria para su elección, algunos extremistas tampoco lo han visto bien, tenían la absurda esperanza de que el monarca se iba a negar a proponerlo en base a las compañías con las que tendrá que contar si quiere ser elegido.
Está claro que las compañías de Pedro Sánchez son lo menos recomendable hasta para la propia existencia de España y para que siga siendo un Estado de Derecho, pero no es al rey al que le corresponde hacer ese juicio y aunque es obvio que quién deberá hacer el juicio de constitucionalidad del precio a pagar por la elección, carece de cualquier escrúpulo jurídico y democrático. El Rey ha cumplido con su obligación sin dejarse influir ni por sus gustos ni por sus conveniencias.
Quizá la rectitud de la Corona sea la piedra angular que sostenga el edificio de nuestra asediada democracia.