La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios en un país durante un periodo de tiempo sostenido, normalmente un año. Eurostat ha publicado que la Inflación ha subido en la Eurozona un 3,4%, porcentaje no alcanzado desde hace más de 13 años. Pero, además, este aumento de los precios se produce en una situación en la que se da un bajo nivel de crecimiento, como vemos por los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) que disminuye el aumento del Producto Interior Bruto (PIB) en el segundo trimestre, del 2,8% anunciado por el Gobierno, a un escaso 1,1%.
Y si estamos en estanflación, como ya sufrimos en los años 70 del pasado siglo, no valen las medidas tradicionales para luchar contra el aumento de los precios. Todos coinciden en que la subida de los precios (en España se calcula un 4%) se debe al encarecimiento de la energía, la subida de las materias primas, las limitaciones de suministro en algunos productos (chip, por ejemplo) y a la finalización de las medidas fiscales puestas en marcha para luchar contra la pandemia. La inflación es, además, el impuesto de los pobres afectando a la cesta de la compra y limitando la capacidad de gasto de millones de familias. Esto obligará a adoptar medidas sociales que, junto a lo ya aprobado de vincular la subida de las pensiones al incremento del IPC, y la subida de los salarios de los funcionarios, asegura que el déficit publico español se seguirá disparando, en unos momentos en que el endeudamiento de las administraciones alcanza cifras de récord, lo que vaticina mayor control por Europa de nuestro comportamiento.
Y vale decir que se pueden compensar las partidas de gasto con un aumento de la recaudación tributaria, y así lo anuncian las dos caras del Gobierno, con mayor radicalidad una que otra, pero no se nos olvide que el aumento de recaudación se vincula a un aumento de la actividad económica, mayor empleo y consumo. Pero ¿Dónde está la recuperación económica que anunció Pedro Sánchez? En lo que va de año, son 44.000 las empresas que han fallecido así que, por desgracia, quizá valga para el presidente, lo que Cervantes escribió para el túmulo de Felipe II:
Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
Son ya demasiadas promesas incumplidas.