Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Cabañuelas

31/08/2021

Hay muchas formas de predecir el tiempo. Lo más sencillo, ahora, es mirar la página de la Aemet, que prácticamente es infalible. Más simpáticas, pero con menos ciencia, son las aportaciones del llamado gallo de Portugal. Ese que se ponía encima de las televisiones de tubo. El animal, traído desde la Lusitania por algún familiar junto con las toallas y el café, cambiaba inexplicablemente de color según las nubes. Quien observaba los cambios cromáticos del pollito con atención, sabía si sacar la pelliza o el bañador. Entrañable.
Más sofisticado era el fraile del tiempo. Lo inventó hace 120 años un tal Agapito Borrás Pedemonte, a quien Dios tenga en su gloria.  El funcionamiento del fraile de Agapito tenía cierto intríngulis y algo de leyenda. Dentro del cuerpo del religioso, cuentan, había cabellos humanos. Las malas lenguas contaban que aquellos más sensibles a la humedad (dejémoslo ahí). Dependiendo de cómo estaba la atmósfera, los cabellos se encogían o dilataban, y así movían el brazo del monje para indicar si nos íbamos a torrar, o si caerían chuzos de punta. Si esto último, la capucha cubría la cabeza del fray. Fantástico.
Por cierto, que tiempo después, el hijo del tal Agapito, se sacó de la manga de su fábrica en Cataluña unos juegos de magia. Los de la Magia Borrás. Grandes los Borrás.
Otra manera de predecir el tiempo son las cabañuelas. En concreto, las de agosto. En este que está a punto de irse, se han observao algunas señales que apuntan por dónde irán los tiros el año que viene (eso es lo que dicen las fuentes consultadas para la elaboración de esta columna).
Para apuntalar lo que nos viene, los que saben recuerdan las cabañuelas de 2020. Esas pronosticaron un cambio radical del tiempo en el centro de la península, tal y como ocurrió el pasado mes de mayo. Algo así como un huracán que no iba a dejar títere con cabeza, según todas las predicciones estadísticas, menos las de Tezanos. Las cabañuelas también apuntaron a que esa corriente, que llamaron Huracán Isabel (siempre se pone nombre femenino a los huracanes), estaría provocada por un monzón murciano, meses antes.
Con las cabañuelas del año pasado, también hubo quien pronosticó rayos y tormentas en Galapagar para los primeros meses de 2021, y mucha tensión atmosférica en esa zona de la bella sierra madrileña.
Las cabañuelas de hogaño van, más o menos, por la misma dirección: mucha inestabilidad atmosférica y política. Apuntan a que habrá que ir siempre prevenidos por lo que nos pueda caer.
Al parecer, 2022 vendrá repleto de grandes lluvias procedentes de Centroeuropa. Las precipitaciones serán generosas y dejarán mucha alegría económica en aquellas regiones que las reciban.
Sin embargo, las cabañuelas indican que esas nubes no descargarán de la misma forma, y regarán España de forma desigual. Las lluvias monetarias pueden cebarse con Cataluña y País Vasco. El resto de España, según los que saben de cabañuelas, seguirán con su pertinaz sequía económica. Lo de siempre. Ahí las cabañuelas no suelen fallar.
Ya se sabe que esto de las cabañuelas no es nada científico, y que no hay que fiarse. Pero también es cierto que son muchos –aunque sea por mera curiosidad-, los fans de esta forma milenaria de predecir el tiempo. Y últimamente, también los cuartos. Lo veremos antes de que cante un gallo (de Portugal).