Ignacio Ruiz

Cabalito

Ignacio Ruiz


Existe el mal

16/06/2021

En una sociedad en la que se pretende solucionar ciertos problemas de base que proceden de la carencia de esfuerzo, no importancia del mérito y ausencia de reconocimiento al sacrificio y al trabajo. Valores todos ellos que proceden de un individuo que ha de buscar su bienestar con sus propias manos, sin dádivas, sin ungimientos de algún prócer social que mire por encima del hombro al entorno.
Pero el mal existe y crece entre las envidias de aquellos que quieren mover los cimientos de un orden que no les concede holguras, entre la avaricia de los que anhelan controlarlo todo por su propio beneficio. El mal existe y atenta, en gran medida, contra todo aquello que pueda suponer un bien a la comunidad o a los individuos, en beneficio de sólo unos pocos.
En esta vida, la maldad te la encuentras en todas las etapas de la vida, aunque ahora está de moda adjetivarlo todo. Desde el ‘bullying’ en la escuela, el ‘mobbing’ en el trabajo, la violencia de género, la ahora bautizada violencia vicaria. Nos escandaliza encontrar animales entre nuestros semejantes. Nos escandaliza ver en TV las tropelías que ocurren todos los días.
Se nos ha hecho una capa de piel muy fina para ver lo del resto de individuos, nos llevamos las manos a la cabeza ante tamaña maldad, pero tenemos también parte de culpa. Si somos capaces de mirar para otro lado cuando vemos una discusión en la calle, o nos saltamos un semáforo en zona escolar, cuando sacamos la basura a deshora, o cuando soltamos un improperio simplemente por ser diferente.
Vamos cultivando la maldad, y cuando se nos presenta delante, nos entra el temblor frío del miedo. Temor a lo que podría pasar si las cosas se ponen feas, a que alguien te lleve al límite y esas pequeñas semillas que vamos sembrando por dejadez, por autosuficiencia, por soberbia, por prepotencia no tengamos capacidad de autocontrol. La sociedad, por mucha educación para la ciudadanía y demás, nos está quitando el control sobre nuestra propia conciencia, y conocer cuáles son los límites del respeto.
La primera premisa del control es la reflexión, pero hay gente a la que el mal le permite afrontar la vida sin control y nos pone en peligro a todos.