Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


El olivar, preparado para otro buen año

28/06/2021

Las ventas de aceite de oliva de mayo representan otro buen arreón a los depósitos de nuestras almazaras y cooperativas, acortando más el próximo enlace con el que arrancará la nueva recolección en el país con mayor producción de Europa y del mundo. Si todo va como hasta ahora, y contando con una ligera desaceleración de ventas en los meses de verano, no serán más de 375.000 toneladas las que queden de vieja cosecha, en el mejor de los casos. Incluso puede que haya tensión en los lampantes hasta que se produzcan las primeras partidas, hacia el mes de diciembre.
En realidad, nada está teniendo que ver la campaña con las dos anteriores donde los olivareros penaron para cubrir sus costes de producción frente al avance de superficies intensivas o superintensivas que, por cierto, también han vuelto a coger ritmo inversor. Algunos analistas como Juan Vilar dicen que aún no estamos en las 150.000 hectáreas anuales de crecimiento, pero que ya rozan las 90.000, lo que representa un síntoma al igual que el hecho de que sean ya 62 países de todo el planeta los que produzcan aceite de oliva en mayor o menor medida.
Y es que, retirada la losa de los aranceles de Trump en uno de los mercados de mayor potencial de crecimiento de consumo interno, (por encima de las 300.000 t),  envasadores e industriales vuelven a recuperar la ilusión y el margen de crecimiento. Por ahora, durante cinco años, hasta que la Unión Europea y EE.UU. logren cerrar un acuerdo global que destierre estas prácticas sancionadoras y vengativas sobre productos que nada tienen que ver con la aeronáutica, como fue el caso; tiempo suficiente sin embargo para restaurar a muy corto plazo el liderazgo en las ventas españolas que lograron desplazar a Italia en más de una ocasión.
Las primeras estimaciones de nueva cosecha apuntan a un volumen medio de 1,4 millones de toneladas aquí, y a 3,1 en todo el mundo, con una molturación muy parecida a la actual que de confirmarse, permite augurar una cierta continuidad en los precios actuales de origen, aunque “pudieran ceder ligeramente un 5% hasta enero”, apunta Vilar, por el incremento de oferta en otros países como Túnez y Portugal, poco representativo en cualquier caso en el global por una demanda fuerte. De esta forma, el sector entraría en una senda de tranquilidad probablemente hasta mayo, lo que le permitiría ganar tiempo para replantear estrategias y negocios.
Sea como fuere, es demasiado pronto para hacer quinielas, aunque sí muy oportuna la ocasión de aprovechar este margen para desarrollar la hoja de ruta que puso encima de la mesa hace tiempo el propio Ministerio de Agricultura (MAPA) con un plan de acción especial sobre el olivar tradicional, el más amenazado, frente al avance de otros modelos más productivos y baratos.
Trabajar en un etiquetado que diferencie el aceite de oliva de esas otras elaboraciones parece sustancial para avanzar en la captación de un consumidor mucho más concienciado con la importancia de preservar el origen, de cuidar la tierra, e incluso dispuesto a pagar ese valor añadido por ser una contribución directa al mantenimiento del territorio sobre el que se extienden las casi 3 millones de hectáreas de olivar de bajo rendimiento, pero medioambientalmente importantísimas. La Interprofesión tiene una baza.
Según la estadística, en el último año se han abandonado en el mundo 210.000 ha, una gran parte aquí, lo que demuestra que la herida sangra. Mientras no haya un plan para estos productores, el riesgo se irá multiplicando exponencialmente.
Porque nadie en el sector debería acostumbrarse a seguir navegando entre marejadas, aunque tenga ahora un mecanismo de retiradas obligatorias autorizado por la UE. Las oportunidades existen como ha quedado probado -pese a las dificultades sobrevenidas- con el crecimiento de las ventas en el exterior, por encima del millón de toneladas. Esperar a agotar otro ciclo como este para entrar en una espiral de pérdidas, o aguardar la prometida ayuda de la PAC para flotar sobre el agua, sería desaprovechar un terreno comercialmente abonado y casi conquistado.