Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


Garzón y el chuletón de Sánchez Castejón

12/07/2021

La primera vez que escuché que las flatulencias de las vacas son las responsables de no se cuántas toneladas de CO2 y del calentamiento global del planeta sentí hasta pudor por tan llamativo dato científico que, puesto en boca de un político, perdónenme la expresión, no puedo evitar risa y algo de vergüenza. Y no porque lo cuestione necesariamente sino porque creo que de la digestión de esos rumiantes se pueden decir muchas cosas más sin tener que recurrir a las ventosidades de ningún animal.  
Pero Alberto Garzón, ministro de Consumo, no ha podido resistirse al titular -cuestionado por las organizaciones ganaderas- en un vídeo de campaña que trataba de agitar el debate sobre el consumo de carne de vacuno y de otras especies para reducirlo si no queremos tener más papeletas de padecer enfermedades graves.
Era evidente que iba a enfurecer a todo un sector que -él mismo sabe- emplea a más de 2,5 millones de trabajadores en las más de 2.750 industrias y empresas del país, y que mueven la economía de tantas regiones como la nuestra con una vocación exportadora imparable que representa ya más de 9.000 millones de euros de facturación fuera de nuestras fronteras.
La propia construcción de los mensajes, apoyados sobre datos y afirmaciones ‘inexactas’ o ‘insinuaciones perversas’ -como han calificado las seis asociaciones interprofesionales cárnicas del vacuno, cerdo, ovino, avícola o cunícola en sus dos comunicados de contraataque- era ya una provocación al mezclar un propósito o recomendación con una acusación directa de ser también los causantes del desastre climático. Al matizarlas después, rebajando el tono de algunos argumentos, se vino arriba en la televisión pública para aseverar que grandes empresas cárnicas anteponen sus beneficios a sabiendas de que manejan producciones que -según dijo- representarían un riesgo para la salud.
Carolina Darias, ministra de Sanidad, ha despejado el debate asegurando que la ingesta de carnes ‘en su justa medida’ no representa ningún peligro; la que no calibró el equipo de Alberto Garzón cuando decidieron grabar el polémico vídeo de presentación, bastante casera, vestido con imágenes sensacionalistas, y aderezado con una música que te arrastra a la desazón como esos programas de enigma y misterio. Pero sí, se puso en mangas de camisa frente a la cámara tratando de convencer en cada línea de autocue a un población que efectivamente sí está preocupada por mantener una alimentación sana, equilibrada y sostenible pero que no tiene por qué renunciar a lo más básico. La industria lo sabe y de ahí toda la inversión en sistemas para impulsar procesos más naturales, reduciendo su impacto en el suelo y en el aire como por otra parte imponen las decenas de normativas comunitarias.
Muchas ya afectan incluso al agricultor que tiene prohibido por ejemplo, repartir purín cuando decide abonar con materia orgánica el suelo tras rechazarse los sistemas de abanico o plato porque con ese método se desprende una gran cantidad de amoniaco. Así que ahora los entierra o los esparce a ras lo que ha exigido grandes inversiones para adaptar su maquinaria o comprarla nueva.
¿Por qué un ministro de Consumo decide encarnar una campaña como esta? ¿Por qué no recurre a nutricionistas o a otros prescriptores más idóneos para convencer a la población en lugar de agitar a un sector vapuleado por la pandemia con alarmantes porcentajes durante seis minutos de twitter? ¿Acaso no sabe que las interprofesionales cárnicas vienen predicando el consumo moderado de carne en una dieta mediterránea diversa que supone grandes aportes nutricionales para la salud, según los propios expertos? ¿No le interesan esos estudios que firman médicos prestigiosos?
Quizá buscaba un golpe de efecto para relanzar el plan España 2050 o relanzarse a sí mismo en medio del silencio que soporta dentro del gobierno de coalición. Dijo que todo el Ejecutivo conocía la campaña aunque después matizase que llevaba tiempo sin hablar con el titular de Agricultura y Ganadería. Y Luis Planas -que entra en su semana más difícil políticamente con la reforma de la PAC en la mesa de las Comunidades Autónomas-, no dudó en avivar las brasas para soltar otro ‘chuletón al punto’, igualmente ‘imbatible’ como dijo su jefe y como ya hizo con el proyecto de Nutriscore al equiparar los valores saludables del aceite de oliva con los de semillas. Y es que ‘un mal día podemos tenerlo todos’, aseguró el consejero de Castilla-La Mancha que también le reprochó los argumentos por inoportunos para defender la ganadería y reivindicar su papel en la limpieza de los montes o como dinamizadora de empleo en nuestro medio rural.
A mí, sin embargo, no me parece que tuviera un mal día precisamente, sino justo lo que buscaba y pretendía.