Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Celaá y los lotófagos

30/06/2021

Narra Homero en el Canto IX de la Odisea cómo Ulises y sus compañeros, durante el viaje de retorno a Ítaca, llegaron al país de los Lotófagos, llamados así porque se alimentaban de la flor del loto, que ofrecieron a los navegantes. Estos, tras probarla, no querían regresar, sino quedarse allí, olvidando el pasado. Sólo a la fuerza logró Odiseo embarcarlos y continuar su rumbo.
Me ha venido esta historia a la mente, tras las últimas disposiciones de la inefable ministra de Educación, una aberración más en la larga serie de despropósitos educativos que han culminado con la ley que lleva su nombre. Aunque no está sola en la tarea de hundir más nuestro degradado sistema educativo, contando en esta labor con el apoyo inestimable del ministro de Universidades, quien, en sus parcas intervenciones, nos ofrece nuevas perlas que enriquecen su afamado currículum.
Llevo más de veinticinco años impartiendo clases, desde Institutos hasta la Universidad, habiendo sido docente en la pública, concertada y privada. Creo en la Educación y trato de transmitir a mis alumnos el entusiasmo por el conocimiento, por el deseo de saber, que considero el mejor camino de crecimiento personal, de libertad, para alcanzar una ciudadanía responsable y madura. Por eso no puedo sino dolerme de que, por parte de quienes tienen la obligación de ofrecer una educación de calidad, se esté hundiendo, con argumentos especiosos, con logomaquias exquisitas, con pretendidas razones, nuestra educación. Resulta realmente sorprendente que se presente como progresista una normativa que viene a perjudicar a los menos favorecidos social y económicamente, pues el igualar a la baja, el hacer descender el nivel, les afectará especialmente a ellos, carentes de otros medios con los que completar su formación. Olvidar la superación, el esfuerzo, el deseo de aprender más, sólo genera, a la larga, personas poco cualificadas, que se convertirán en carne de cañón para la explotación laboral, mano de obra barata sin posibilidad de ascender socialmente. El conocimiento, la cultura, la lectura, nos hace libres, nos ayuda a evitar la manipulación por parte de los poderosos, nos hace críticos. A veces me da la sensación de que esto es lo que se pretende, crear masas aborregadas, manipuladas y manipulables, sometidas a los poderes políticos y económicos sin capacidad de reacción, consumidores acríticos de la versión actualizada del ‘pan y circo’.
Quienes amamos la Educación, tratando de ayudar a nuestros alumnos a ser personas maduras, libres, independientes, no podemos callar. Se están creando generaciones que, como los Lotófagos, viven en la felicidad ilusoria de la ignorancia más crasa. Cada año compruebo, con dolor, que los alumnos llegan a la Universidad con menos conocimientos, faltos de lecturas, sin capacidad de expresión hablada o escrita, con menos madurez y capacidad crítica.
Sin duda alguna, Celaá y Castells progresan adecuadamente para convertirse en los peores ministros que hemos sufrido en el ámbito educativo. Aunque, probablemente, lograrán también ser superados.