Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Más cabeza… más corazón

23/12/2022

De repente el mundo se ha vuelto feo. Feo y hasta peligroso. Está claro que nunca ha sido una balsa de aceite, pero ahora emana odio por doquier. Hay veces que las fuerzas del Universo se conjuran, como los futbolistas en día de partido y no dejan títere con cabeza. Es lo que estamos viviendo.
Hemos vivido unos años en España donde el respeto al que no pensaba igual era la insignia. Claro que se discrepaba, pero es que eso era bueno como se hacía, porque era una confrontación de ideas que enriquecía. Los debates en las tribunas políticas daban paso a la relación cordial en lo personal. Desgraciadamente hemos transformado la situación hasta pretender marginar y hasta suprimir de la vida pública al adversario político.
¿Es que nadie, con lo intelectuales que presumen ser los izquierdistas que se autotitulan progresistas, ha leído nada de nuestra Historia? Lo que es obvio es que si lo han leído no lo han asimilado. ¿Por qué se empeñan en imponer un discurso de odio que ya se había superado? ¿Por qué han llegado al gobierno gentes que pretenden desconocer nuestras instituciones hasta el punto de proponer su desacato? ¿Por qué se empeñan que los españoles retrocedamos un siglo? ¿Por qué ese empeño en enviar a los españoles a los extremos políticos para hacer imposible su entendimiento?
Cuando se empecinan en abolir nuestra Constitución, saben muy bien lo que están haciendo y es malvado. Lo que quieren derogar no es una Ley para sustituirla por otra más perfecta, lo que quieren derogar es el abrazo que supieron darse los españoles en 1978. Lo que quieren derogar es la capacidad de convivencia que los españoles han demostrado tener. La transición española ha servido de modelo en multitud de países cuando han pretendido superar sus irreconciliables posturas.
¿Quién gana con esta deriva de radicalidad y hasta de grosería que nos están imponiendo? Obviamente quienes no tienen nada positivo que ofrecer. Porque cuando se carece de virtud y de intención, la torpe forma de buscar el triunfo es exhibiendo los defectos de los otros, reales o inventados, como si eso engrandeciera a los ruines.
Pero no podemos dejarnos arrastrar a ese lodo que esparcen. Hemos de usar la cabeza para algo. Lo primero, para mantenerla fría y con la proa bien orientada. Nuestro Norte solo puede ser la convivencia de todos, sin distingos de ninguna clase. La sociedad tiene que demostrar que no aceptará enzarzarse en luchas más allá de las dialécticas y ello con el respeto a que nuestra condición humana nos obliga. Y tenemos que dejar también actuar a nuestro corazón. Nadie que no sufra una triste enfermedad puede hacer del odio su combustible vital. Porque las personas nacemos en sociedad y solo dentro de ella podemos desarrollarnos en plenitud. El ser humano, salvo en las novelas, es inviable que esté aislado. Está destinado a cultivar todos los valores positivos: la amistad, la solidaridad, la justicia, la piedad… y llamado a cultivar las artes que nos distinguen del resto de especies. Cultivar el odio es una traición a nuestra esencia.
La Navidad es un buen momento para, usando la cabeza, dar rienda suelta a los sentimientos más nobles de nuestro corazón, sin dejarnos envenenar por sentimientos negativos. Los españoles somos un pueblo curtido y maduro, demostrémoslo. Feliz Navidad.