Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Un nuevo club

08/04/2022

La invasión de Ucrania por Rusia nos ha devuelto a los tiempos de la conquista del Oeste cuando menos, por no decir a la de las Cruzadas o al Imperio Romano. Al menos desde la Segunda Guerra Mundial, no se veía  que una gran potencia invadiera un país independiente para quedarse con su territorio y además imponer con quién puede o no aliarse.
La barbarie que estamos viendo la creíamos ya desterrada en países mínimamente civilizados. Sin embargo ahí está y retransmitida en directo, la destrucción sistemática de un país, de sus ciudades, de sus industrias, de sus refinerías, de sus campos y de su población.
No cabe duda que la ONU hace lo que puede, pero hay problemas que le vienen muy grandes, precisamente por las potencias implicadas. No solo que hay ciertos países que tengan derecho de veto de los acuerdos que pretenda adoptar, es que la sería muy difícil tomar acciones coercitivas contra las grandes potencias, porque necesitaría un ejército mayor que el de ellas y eso hoy por hoy no es posible.
Pero además existen impedimentos que sobrepasan la potencia militar. Seguramente la OTAN sea muy superior a Rusia en potencial bélico y sin embargo, la sensatez de sus países miembros, hace casi imposible que intervenga militarmente. Porque ocurre que, llegado el potencial bélico a un límite, casi resulta imposible su uso sin poner en riesgo la seguridad del Mundo entero.
Esta circunstancia deberá llevar a la creación de una organización cuya potencia no resida solamente en la de su armamento, sino, principalmente en su capacidad para doblegar económicamente a quién no se atenga en su actuación con unas reglas mínimas que salvaguarden la seguridad de los pueblos y el respeto a sus derechos básicos, acordes con los tiempos que vivimos.
Obviamente, la primera condición que ha de cumplir esta organización es evitar a toda costa una dependencia de países que no cumplan con unos mínimos estándares de respeto a los  derechos humanos, porque de otra forma cualquier pretensión no pasaría de ser un conjunto de buenos propósitos que toparían con la necesidad, como nos está ocurriendo ahora con el petróleo, el gas y muchos minerales básicos que son imprescindibles para mantener el funcionamiento de nuestras opulentas sociedades.
El mundo civilizado ha pecado de inocencia, descuidando la independencia en determinados productos. No tiene sentido que cuando se dispone de una tecnología infinitamente superior, tengamos que agachar la cabeza porque nos falta 'una cuerda de esparto' para sujetar nuestros sofisticados inventos.   
Estoy convencido que este 'cursillo acelerado' que nos está impartiendo Rusia, cobrado a buen precio, nos va a hacer madurar y a partir de ahora antes de prescindir de un elemento nos aseguraremos de que tenemos realmente algo más eficaz. De igual forma, esperemos que los países realmente civilizados, que nos guste o no solo son las democracias reales, aprendan a organizarse y colaborar para evitar la dependencia de quienes están sometidos a la voluntad de unos pocos, por mucha piel de cordero con que se vistan. Quizá haya que poner en marcha la organización de naciones democráticas, para enseñar a los dirigentes de las que no profesen tal credo, que fuera de este sistema, no pueden progresar. Ya sé que es un sueño, pero de vez en cuando, sobre todo cuando la realidad es tan dura, viene bien soñar…