En la reunión del G7 del 19 al 21 de mayo, celebrada simbólicamente en Hiroshima como mensaje recordatorio del horror nuclear, asistieron en condición de invitados los líderes de una selección de países escogidos atendiendo a consideraciones geopolíticas, como las Comoras o las islas Cook y otros cuya presencia se explica tanto por razón de ser economías emergentes como por motivos estratégicos como es el caso, no solo, de India.
India, el país más poblado del mundo con 1400 millones de habitantes a día de hoy y con una proyección de llegar a 1700 dentro de 40 años apunta a ser una potencia mundial. No le faltan argumentos, es ya la quinta economía mundial y se prevé que se convierta en la tercera para finales de esta década. Aunque padece de una deficiente infraestructura y un elevado nivel de pobreza, tiene fortalezas muy relevantes como una extensa clase media, unos profesionales cualificados y unos sectores económicos punteros como el de las tecnologías de la información y el farmacéutico. Por otra parte, el 40% de su población tiene menos de 25 años siendo la edad media de los indios de 28 años frente a los 39 de China aunque, al mismo tiempo, esa población joven tan numerosa constituye una fuerte amenaza para su desarrollo si no es capaz de proporcionarles trabajo puesto que en la actualidad la mitad de su población adulta no está empleada.
Frecuentemente India ha sido considerada una versión modesta de la pujanza china pero en los últimos tiempos está jugando sus bazas que se incrementan con el aumento de la brecha geopolítica entre China y el bloque occidental, lo que refuerza económicamente su papel en las cadenas de suministro global además de fortalecer sus aspiraciones a liderar el Sur Global, como manifestó en la Cumbre que lideró el pasado enero y en la que participaron virtualmente más de 100 países en desarrollo.
Una crucial cuestión pendiente de resolver es la definición del lugar que quiera ocupar India en el tablero internacional. La que se autocalifica mayor democracia del mundo tradicionalmente se ha proclamado como un campeón de los no alineados pero en los últimos años ha ensayado movimientos estratégicos que le aproximan a postulados de Occidente, probablemente como mecanismo para hacer frente al expansionismo del gigante de su frontera norte. Así, India es miembro de Quad, una alianza informal con Estados Unidos, Japón y Australia proyectada para mantener el Indo-Pacífico como un mar abierto y respecto de ello conviene recordar que, como ha dicho el primer ministro japonés, la seguridad en Europa y la seguridad en el Pacífico son inseparables.
La invitación a India, y también a Brasil, responde al esfuerzo de las grandes economías occidentales y de Japón de extender sus planteamientos sobre relevantes preocupaciones como la invasión de Ucrania, la expansión china, el cambio climático o los problemas de deuda y desarrollo en el mundo; en definitiva, se pretende aproximar posiciones para reducir la brecha entre los países más ricos y el Sur Global. Si bien no se puede desconocer la capacidad de influencia a nivel mundial del G7, su peso en la economía global ha disminuido notablemente desde más del 50 por ciento en la década de 1990, según estimaciones del Fondo Económico Mundial, a un 30 por ciento en la actualidad. Pero lo más importante no debe ser la economía, aun siéndolo mucho, sino profundizar en la calidad democrática de todos los Estados y especialmente aquellos que pueden jugar un papel más destacado en el contexto mundial: no es suficiente proclamarse formalmente como una democracia sino que eso debe acreditarse con los hechos.