Era el Elefante Elegante, el elefante más vistoso y más sofisticado de la sociedad elefantina, que reside en el Parque Kruger. Y por ser el más elegante de los elefantes, lo que siempre deseó era poder disfrutar de una buena copa de vino, es decir, poder beber vino en copa de cristal de talle alto en su justa medida y todo lo demás. Pero al no tener manera de agarrar o manipular la copa con destreza y elegancia, como se merece ese momento, porque en verdad la trompa que la manejaba con muchísimo estilo, al intentar sostener la copa de vino de la manera menos chabacana con la trompa, para poder llevar el vino a la boca, aquello se convertía en una operación un tanto desastrosa, donde el vino acababa fuera de la copa antes de llegarle a la boca.
La única solución que le ofrecían en el club recreativo y social del Parque Kruger, para poder libar en buen vino era que lo hiciese como cuando bebe el agua, desde un gran caldero metálico haciendo lo que hacen los demás elefantes y es que aprovechándose de su trompa aspirando por ella el agua, cuando ya ha retenido hasta nueve litros en ella, se la lleva a la boca y la suelta soplando dentro de la misma. Y esto al Elefante Elegante, le parecía muy vulgar y nada sofisticado, aunque ciertamente los calderos que tenían en el club recreativo y social del Parque Kruger, eran todos de diseño, hechos en acero inoxidable siendo, donde servían las aguas con gas y sin gas, las cervezas y hasta los combinados. Pero el Elefante Elegante, al ser tan distinguido ese detalle de tomar un buen vino, solo lo entendía manipulando una refinada copa de buen cristal con vino, para oler y mirar al vino y después de esta liturgia llevarse a la boca un traguito de la misma, como se hace normalmente, cuando a cualquiera le sirven vino, y sobre todo en un club de alto lujo. Donde se toma la copa servida desde el talle o fuste, y no desde el cáliz y se lleva la boca de la copa muy elegantemente a los labios, para disfrutar muy lentamente a pequeños sorbos de un buen vino.
Pues el Elefante Elegante tenía una gran pesadumbre, porque lo único que le faltaba para ser el más refinado y original, de la sociedad elefantina era tener la destreza de manejar la copa con movimientos muy gentiles, y poder tomar de la misma el buen vino, y no hacer el animal vulgar que se convertía, si tomaba vino desde el caldero de inoxidable acero. El pensaba para sí que como mucho ahí, solo era para el agua, y que el resto aun siendo los más refinados elefantes del Parque Kruger, bebían como barbaros en los calderos desde el agua a la cerveza, y estas cosas le parecían de un tamaño tan vulgar al Elefante Elegante, que al final, se quedaba solo bebiendo vino así, intentando beber muy poco vino manejando con la mayor delicadeza la trompa, para no verter ni una gota de vino, y poder llevarse la copa a la boca con la mayor elegancia posible.