Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Cierzo

18/05/2023

Camino de Huesca, concentrada al volante porque el cierzo azotaba de lo lindo, advertí que sobrevolaban la autovía unos cuantos aviones militares, lo que no me sorprendió porque pasaba cerca del Centro Nacional de Adiestramiento, CENAD 'San Gregorio'. Más tarde, leyendo el periódico, averigüé que eran C-17 de las USAF que participaban en el ejercicio Swift Response de las maniobras Defender Europe 23 (DE23) de la OTAN, con el fin de mejorar la interoperabilidad de España con el resto de las fuerzas aliadas. También supe que los 1.400 paracaidistas que transportaban, cuya misión era tomar un aeropuerto simulado y defender el terreno frente a un enemigo de la OTAN, finalmente no pudieron saltar porque el cierzo registraba una fuerza de 20 nudos, cuando el máximo permitido para el salto es de 13.
 Las rachas fuertes de viento es algo más que habitual en Aragón con lo que han aprendido a vivir los recios aragoneses, evitando pasar por calles y esquinas donde azotan sin clemencia. Se lleva el primer puesto, aunque no deja de haber opiniones en contra, el cruce de Gran Vía con Sagasta en Zaragoza donde recuerdo haber perdido un abrigo que se llevó el viento. El cierzo, como todos los vientos, se debe a la conjunción de factores meteorológicos que favorecen un elevado gradiente de presión y de factores geográficos que facilitan la convergencia del aire. En este caso, el viento frío y seco del noroeste se forma al coincidir una borrasca en el Mediterráneo con un anticiclón en el Cantábrico, creando una corriente, por la variación de presión, que circula encajonada, entre los Pirineos y el Sistema Ibérico, por el canal natural del valle del Ebro.
Su proverbial fama no es reciente. Cuando los romanos, allá por el 206 a.C, lograron expulsar a los cartagineses de la Península Ibérica para cortar el suministro a Aníbal, que por entonces estaba con su ejército, amenazando al Imperio, a las puertas de la ciudad de Roma, decidieron, ya que estaban, dominar también Hispania. Para ello, tuvieron que hacer frente a los íberos que se les rebelaron y fue a Marco Porcio Catón a quien encomendaron sofocar las revueltas. Catón, ya que los íberos se asentaban en la costa del Mediterráneo y poco se conocía del interior, emprendió una expedición de carácter exploratorio. Con ello pretendía poder informar a Roma para facilitar la conquista del resto peninsular, puesto que entonces era un lugar desconocido y exótico para los romanos. Lo recogió en su libro Orígenes, obra conocida fundamentalmente por las menciones de autores posteriores, ya que sólo se conservan algunos fragmentos. Entre estos, precisamente ha perdurado la impresión que le produjo el cierzo cuando llegó al valle del Ebro, del que aseguraba que era tan poderoso que era capaz de derribar a un hombre armado y carretas cargadas, siendo la suya la primera referencia histórica al cierzo que se conoce.