Miguel Ángel Collado

Alma Mater

Miguel Ángel Collado


Acumulación digital

22/04/2024

Se guarda todo. Antes el amontonamiento era de realidades físicas y se acumulaban tanto objetos valiosos, sea sentimentalmente o sea desde el punto de vista económico, como también otros que ni eran parte de la historia emotiva de la persona ni tampoco de gran valor material pero ella se justifica diciéndose a sí misma:  quién sabe, cualquier día me puede venir bien o lo puedo necesitar, y lo sigue pensando diez, quince años después de tenerlos descuidados en un lugar apartado de su vivienda u olvidados unos encima de otros de cualquier forma en el trastero. Hoy a ello se suma su versión contemporánea, el acaparamiento digital.
La acumulación de archivos digitales se traduce en miles de fotos y vídeos, películas, capítulos de series, videoclips, correos electrónicos, notas, mensajes de voz y de texto, perdiendo la perspectiva y la racionalidad de las cosas. La nube es el nuevo trastero, con la particularidad de que es un trastero ampliable a medida que aumenta constantemente el volumen del entorno virtual de cada uno y se genera un tendencialmente ilimitado acúmulo de textos e imágenes. Precisamente por la facilidad de expansión de la nube, a diferencia de los espacios destinados para habitar uno mismo o para almacenar lo que no cabe en la vivienda y que terminan desbordados de objetos, el acaparamiento digital puede tener un impacto considerable en el desarrollo de la vida diaria, tanto porque puede constituir una obsesión preocupante en el sujeto que se empeña en conservar la más variada y absurda información y datos  digitales que nunca han tenido o ya no tienen ningún valor como porque puede generar una profunda angustia de perder datos digitales conservados únicamente en dispositivos electrónicos. 
Por eso, extraviar el móvil o quedarse sin él a consecuencia de un hurto se convierte, para algunas personas, en una tragedia no tanto por el coste económico sino por la pérdida de información almacenada solamente en un aparato el cual contiene memoria exacta de algo que ciertamente puede ser necesario mantener. Pero también, en muchos casos, los teléfonos acumulan miles de imágenes y archivos que, realmente, nunca más habrían vuelto a consultar en la vida pero que conservaban "por si acaso" o, simplemente, por pereza. De ahí la sensación de inseguridad que pueden llegar a sufrir el día que abran los archivos guardados desde no se sabe cuándo y se sitúen frente a años de decisiones no tomadas. Por eso, también paradójicamente, la pérdida del móvil puede significar una liberación.
Al igual que ocurre con los objetos, hay quienes se atan irracionalmente a las imágenes digitales de todo tipo y significado, o, incluso, sin significado realmente. Se ha superado, no tirado, los discos duros externos empleados para guardar las imágenes y a los que se sumaban más discos externos para estar tranquilos y conservar copias de seguridad de estas. Y ahora que está la nube como el gran contenedor, las posibilidades de guardar información digital de manera prácticamente ilimitada son caldo de cultivo, en muchos casos, del caos.
Se acumula cada vez más porque la capacidad de almacenamiento es expansible y parece prácticamente ilimitada, lo que afianza la decisión de no decidir, es decir, no seleccionar lo que realmente interesa mantener ni cancelar lo que no tiene ni tendrá utilidad o interés en el futuro y se hace olvidando los perjuicios que puede ocasionar el almacenamiento digital compulsivo o irracional. Perjuicios personales de conductas descuidadas favorecidas porque la nube se convierte en la idílica pradera donde puede retozar la pereza sin sentido de la indolencia ni complejo de culpabilidad por el desorden y también perjuicios sociales de sostenibilidad; la nube se concreta en miles de servidores físicos diseminados por todas partes que consumen mucha energía.
 

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