Antonio Zárate

Tribuna de opinión

Antonio Zárate


¡Por una ciudad verde!

22/11/2023

Hace días, mientras impartía una conferencia en la sede de la Real Sociedad Geográfica, en el Instituto Geográfico Nacional, con el título 'Madrid, Ciudad Verde',  me venía a la mente el caso de Toledo, lo mucho que aquí se podría hacer para mejorar su entorno y la calidad de vida de sus habitantes a través del enverdecimiento y las tramas azules, aprovechando las oportunidades del río y su entorno, que sigue a la espera de un plan de saneamiento integral de sus aguas, necesario y del que no se habla. En realidad, he escrito mucho sobre las posibilidades de Toledo para convertirse en 'ciudad verde' y colocarse en puestos de cabeza de las ciudades españolas en los indicadores al respecto y con referencia en la Agenda Urbana 2030, los acuerdos del clima de París de 2015 y la Conferencia de Quito, de 2016, sobre habitabilidad y sostenibilidad urbana. Pero todo eso ha caído  siempre en la indiferencia, a pesar del obligado conocimiento por nuestras autoridades de la Estrategia de Infraestructura Verde, Conectividad y Biodiversidad de la Comisión Europea de 2013 para abordar amenazas medioambientales, y del 'Pacto Verde europeo' de 2019, para avanzar hacia la transición ecológica y la neutralidad climática. Ha habido que esperar a la actualidad para que el gobierno regional iniciara la propuesta de un decreto de Infraestructura verde, conectividad y biodiversidad, aún en vías de tramitación.
La aprobación de la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas, por Orden PCM /735/2021, de 9 de julio, del Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, acentúa la necesidad de un planeamiento urbano basado en las superficies verdes y en las tramas azules. Es lo que venimos reclamando en nuestro caso, apoyado en el Tajo y su sistema fluvial, lo que de paso permitiría evitar las periódicas inundaciones en suelos edificados, entre ellos los del  arroyo de la Rosa, de Ramabujas o Lazo en Azucaica. Habría que tener en cuenta lo dispuesto por la Ley de Cambio Climático y Transición Energética de 2021, y por la Ley de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad de 2007, actualizada en 2018. Resulta difícil entender que, a pesar de la espectacularidad de nuestras vegas y del torno del Tajo, aún no gocen de alguna de las figuras de protección previstas por esa ley: 'monumento natural' o 'paisaje protegido', lo que, probablemente, contaría con el entusiasmo empresarial toledano por añadir valor de marca a nuestra ciudad, y en consecuencia, atracción turística. En ese mismo sentido, tampoco se comprende que el río y su entorno no se hallen todavía incluidos en la 'Red Natura' por la calidad de su fauna y flora, como sí lo están en la Comunidad de Madrid, hasta las inmediaciones del polígono industrial.
En nuestro caso, no deberían seguir desatendidas propuestas de naturalización y restauración ecológica de las vegas, del torno y de sus inmediaciones, que encuentran múltiples soportes legales para ello, incluso en el vigente Plan General de Ordenación Urbana de 1986. Entre sus objetivos, figura un 'Plan Especial de recuperación y protección de la ecología y paisaje del Tajo y sus márgenes', pendiente de realización y anterior a la creciente sensibilidad por los valores medioambientales. ¿Por eso, cómo no nos van a sorprender proyectos actuales de construcción de viviendas sobre los restos arqueológicos de Tenerías, de un macrohotel de 5 plantas como el de La Cava, ambos sobre el río, y de avances edificatorios en zonas inundables de la Vega alta, todo en ámbitos de dominio hidráulico y  protección de paisaje? Pero es que, además, lo que venimos proponiendo son actuaciones integradas en 'Estrategias de Ordenación Urbana y del Territorio', como se hace en otras ciudades. Considerando la importancia medioambiental del Tajo y de su sistema fluvial, la variedad de suelos y de paisajes naturales al norte y el sur del mismo, no sería complicado aplicar estrategias de naturalización semejantes a las de ciudades donde las políticas de enverdecimiento tienen origen antiguo y continuidad en el tiempo, con apoyo desde todas las ideologías y opciones de gobierno.
En Toledo, podrían ser aplicables realizaciones como las de Madrid Río o su Parque Lineal del Manzanares, el Bosque Metropolitano, anillo verde para unir grandes parques, o el Arco Verde, proyecto de la Comunidad que privilegiará usos agrarios y nuevas superficies forestales para completar el anillo municipal y conectar todo ello con el Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama, los Parques Regionales de la Cuenca Alta del Manzanares, del Curso Medio del Guadarrama y el del Sureste. También serían susceptibles de aplicación iniciativas privadas como el enverdecimiento de fachadas y de tejados. En definitiva, se podría crear un esquema de infraestructuras verdes, de conectividad y fomento de la biodiversidad para reducir los efectos de 'isla de calor' a partir del río y de los intersticios urbanos no construidos.
La naturalización de Toledo, lógicamente, con especial atención a sus valores patrimoniales y paisajísticos,  podría convertirse en parte de un proyecto de futuro e ilusión compartido por los ciudadanos. Desde el punto de vista del medio natural y de la actual estructura urbana de Toledo, el enverdecimiento sería el mejor procedimiento para unir barrios, con nuevas plantaciones de árboles, huertos urbanos en su doble vertiente, productivos y de ocio, con más biodiversidad y contribución a la descarbonización y a mitigar los efectos del cambio climático. Sería ocasión para conectar barrios con nuevas sendas peatonales y de movilidad blanda que mejorarían la comunicación entre la Legua, Valparaíso, las Tres Culturas, Buenavista, etc. La conectividad quedaría asegurada por nuevos corredores verdes de circulación, con formas de agricultura, unas nuevas y otras estimulando las ya existentes, con impulso a la agricultura de proximidad.
En fin, los modelos de naturalización urbana están ahí, las fórmulas de gestión también, y no dudamos de que pueden ser una alternativa a prácticas de creación de suelo urbano que anteponen criterios especulativos, y más cuando aún existen suelos disponibles, y posibilidades de renovación integral de barrios como Palomarejos y zonas de Santa Bárbara. Otra vez Madrid, con su 'Plan de Rehabilitación de Barrios' de 1976 a 1985, puede servir de orientación, aquí con más facilidades, puesto que se trata operaciones puntuales, de cirugía urbanística, que ahora podrían contar con las grandes sumas de dinero que el actual gobierno se ha comprometido a distribuir recientemente entre las Comunidades autónomas. Además, sigue pendiente un nuevo Plan Especial para el Casco Histórico, que, a diferencia del actual, se centre en la recuperación de la función residencial y de actividades que garanticen la calidad de vida y la diversidad funcional.
Por supuesto, estas propuestas exigen consenso de los actores sociales,  económicos y políticos de la ciudad, consulta y participación ciudadana, y más cuando se mantiene en el horizonte un nuevo Plan General de Urbanismo como supuesta panacea de males y cuestiones urbanísticas pendientes, por lo pronto, sin crítica ni justificación de prioridad en un contexto de incertidumbres demográficas, sociales y económicas. Tampoco se consideran los conflictos entre intereses especulativos que toda nueva calificación de usos del suelo genera, y más cuando hay valores ambientales y patrimoniales garantizados por normas legales superiores a las de urbanismo, incluso, reconocidos en el plan de 1986 vigente a la espera de desarrollo. Tenemos el ejemplo del anulado POM de 2007 y la prolongación indefinida de otros muchos PGMOU. Por eso, observamos en todas partes una tendencia creciente hacia un urbanismo operacional y de gestión, corrector de desequilibrios, que se apoya en la planificación existente y se orienta más a la regeneración y reaprovechamiento de suelos que a la creación de nuevo suelo urbano, salvo en casos y ámbitos estrictamente imprescindibles.
En ese contexto, y contando con la importancia y protagonismo que adquieren los problemas medioambientales,  entre ellos el saneamiento y depuración integral de las aguas del Tajo, proponemos, una vez más, que la 'naturalización', o dicho de otro modo, las 'tramas verdes y azules', se conviertan en centro de la acción urbanísticas y de la  ordenación territorial de nuestra ciudad, y siempre con atención a los ciudadanos y a su participación.