Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Puente de Toledo

16/05/2023

No pensarás, querida Puerta de Toledo, que sólo serías tú la única correspondida con una columna. La nobleza de portar el apellido de la Ciudad Imperial obliga, y la gloria ha de ser administrada y compartida acorde a los méritos demostrados. Sin recelos, ni envidias. Tú, los tuyos, bien ganados un dos de mayo y que nadie cuestiona. A un servidor los ganados en buena lid, y que son tanto o más que los que a vos adornan.
Que sepas afamada y admirada Puerta, que yo porté el nombre de la ciudad de las tres culturas antes de que tú disfrutaras de tal linaje y ubicación. Lo hice -y lo hago aún- con la dignidad y orgullo que otorga tal privilegio. Y así, conocido por mi apellido, fue mi destino salvar las crecidas del Manzanares. Guiado por tan elevada misión, fui tránsito para los que iban y venían entre las dos ciudades ombligo del mundo. Fui su comunión, auxilio y lazarillo hasta tal punto que, sin mi ayuda, sería complicado comprender ambas cortes.
Adornado por el aroma barroco y churrigueresco de la época que me vio nacer, fui bautizado con el más distinguido de los honores. Acuñado en solar hispano soy conocido, como el puente más toledano. No hay más orgullo en el mundo que ser llamado así. Responder con galantería a tal insigne voz, un privilegio. Puente y Toledo, a ambos me debo y con prontitud respondo.
Ayer fui el camino más transitado y ruidoso de la capital del Reino. San Isidro y su mujer -mis santos pilares-, dan fe de ello. La cercana Pradera se llenó de chisperos y manolas venidos de toda España -que así es Madrid-, y yo les ayudé como siempre a cruzar el río. Mis nueve ojos siguen firmes a su paso, y son la retina de sus recuerdos y de mis cambios.
Digo cambios porque en estos casi cuatro últimos siglos, el aire de la historia ha soplado sobre mí, y el agua de la vida por debajo. Ví a los franceses galopar sable en mano camino de la Puerta del Sol. Yo era muy joven aquellos días, recién salido de los planes del Marqués de Vadillo, por aquel entonces corregidor de la Villa y quien me sacó de pila. En su honor, uno la glorieta que lleva su nombre con la de Pirámides. Desde allí, prolongo mi apellido a la Calle y Puerta cercanas, y me convierto en el corazón que bombea mi nombre por esa arteria tan castiza que es la de Toledo.
He visto crecer la ciudad, sus peleas, sus levantamientos y su guerra civil. A mitad del siglo pasado fui noticia porque un tranvía desbocado se llevó la vida de muchos transeúntes. Por aquel trágico suceso, fui portada de los periódicos de la época.
Por mis entrañas he visto transitar millones de coches. Y hoy, me visitan gentes en patines y bicicletas. Elevo la vista, y veo a las nuevas generaciones de puentes sobre mi río. El 'sacacorchos', llaman al más nuevo y cercano. Con las primeras luces del día le digo: «anda, que no te queda, machote».
A ti, querida Puerta, un beso toledano dónde tú sabes.