Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Como una ola

19/07/2023

Inicio estas líneas sentado junto al mar, en la hermosa playa de Chipiona, mientras el rumor de las olas que suavemente rompen en la orilla me envuelve creando una armónica atmósfera. Contemplo el ir y venir del agua, que construye cristalinas y efímeras arquitecturas, lienzos desplegados por el viento que se superponen extendiendo su cándido encaje sobre el dorado de la arena. 'Como una ola…' resuena en mi mente la portentosa voz de la chipionera universal. El cielo, puro, intenso, aparece rasgado por la aguja neogótica del santuario de la Virgen de Regla, al que sin cesar acuden devotos a elevar sus plegarias.
Paz, serenidad, sosiego, armonía, que contrastan con el ruido mediático -del que he decidido alejarme- de las elecciones del próximo domingo 23. Un distanciamiento buscado, fruto de la honda repugnancia que me genera esta campaña electoral, que creo se ha convertido en una de las más vergonzosas –aún contando con lamentables precedentes- de la historia de la democracia española. Insultos, descalificaciones, medias verdades o flagrantes mentiras – que en el colmo del cinismo se han convertido en 'cambios de opinión'-, ensañamiento y señalamiento del que piensa distinto, están creando un ambiente asfixiante en el que se busca suscitar el radicalismo del hooligan, no la serena y racional reflexión del ciudadano. Una apelación a lo irracional que evita tener que entrar en detalles acerca de propuestas que busquen mejorar la vida de las personas. Una campaña planteada como un 'o conmigo o contra mí', que aflora en todos los partidos, generando una tensión y alimentando enfrentamientos que, antes o después, nos pasarán factura.
La irresponsabilidad de una clase política mediocre, el fanatismo que incapacita para entender que el 'otro' puede ser un adversario pero no un enemigo, la ceguera ante los fallos de los 'nuestros' que nos impide la crítica, han creado un marco preocupante para el futuro. Deshumanizar al que piensa diferente, 'animalizarle', sólo conduce a una brutalización de la política de la que ya hemos tenido en Europa dolorosos antecedentes. Se comienza negando que puedan existir ideas distintas y se acaba por negar a quienes las piensan. De esta deriva todos somos responsables, por no asumir plenamente nuestras obligaciones como ciudadanos, por no acudir a la razón pero sí dejarnos arrastrar por los sentimientos más viscerales. Aunque hay también personas concretas, con nombre propio, que tienen mayor responsabilidad y culpabilidad. Algún día el juicio de la Historia será implacable con ellas. Pero entretanto, tenemos la obligación moral de buscar la convivencia, la aceptación de la pluralidad; derribar muros y tender puentes. Quizá la más urgente tarea de quien -sea quien fuere- gobierne a partir del 24 deba ser el cerrar heridas, generar diálogo y buscar, más allá de intereses partidistas, el bien común.
Porque como escribió san Juan de Ávila a los regidores de Utrera, «no es el pueblo ordenado para vuestro provecho, más vosotros para el del pueblo».

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