Espiritualidad, historia y arte enclaustrados

Mario Gómez
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La historiadora y guía de turismo de Toledo, Laura García, presentó ayer en el convento de Santo Domingo el Antiguo su libro 'Clausuras de Toledo, guía para descubrir su historia, arte y espiritualidad'

De los veinte euros que cuesta el libro, cinco euros llegarán como donativo a los conventos. - Foto: L.T.

Lejos de la velocidad de las redes sociales, o la inmediatez de las nuevas tecnologías, aunque simplemente las distancie un muro de piedra de varios cientos de años, se encuentran a día de hoy comunidades que hacen de la clausura su forma de vida.

Esta particular forma de vivir, se basa principalmente en la oración y en el trabajo, y es una de las características principales de los cenobios toledanos. No en vano, la ciudad, junto con Sevilla, es la que más conventos tiene por metro cuadrado.

Algo que, quizá por el silencio y el recogimiento de sus vidas, pasa desapercibido para muchos. Tanto que en ocasiones se van agotando estos caladeros de vocaciones hasta el punto de tener que cerrar sus puertas.

Así pasó con Santa Úrsula, las Benitas, las Capuchinas y Santa Clara, quienes en los últimos años vieron como las comunidades que durante siglos han dado vida a sus patios y han obrado en sus refectorios, abandonaban estos cenobios.

Por ello, y ante la «complicada situación que atraviesan», la historiadora y guía de turismo Laura García ha elaborado una obra en la que realiza un recorrido por 11 conventos. En 'Clausuras de Toledo, guía para descubrir su historia, arte y espiritualidad' pretende «divulgar la historia de los conventos de clausura femeninos de Toledo para conocerlos y salvarlos del cierre».

Así lo explica la propia autora a La Tribuna momentos antes de presentar en sociedad una obra que ha sido prologada por el arzobispo, Francisco Cerro. García, que durante el acto estuvo acompañada por el provicario general y vicario para la Vida Consagrada, Raúl Muelas, radica el origen de esta iniciativa a las visitas guiadas que se realizaron a estos enclaves durante la pandemia.

«Forman parte de la historia universal. Muchos de ellos llevan activos mil años. Atesoran la historia de mil años de España y la memoria de grandes mujeres con perfiles de los más variado, que hay que recuperar», reivindicaba.

Por ello la autora también destaca el marcado carácter solidario de la obra. De cada venta, cinco euros irán destinados al mantenimiento y conservación de estos monasterios.

La historiadora hace un recorrido por todos los oficios que desde estos espacios se han desempeñado, algo que ha ido decreciendo hasta encontrarse en la situación actual. Estas comunidades, que se autoabastecen y viven, además de su trabajo, de los donativos que reciben, durante la pandemia han sufrido un duro revés. Por ello la autora hace un llamamiento a las administraciones a que tengan en sus planteamientos «cómo poder ayudar a que estas comunidades se mantengan».

Para García, una forma de hacer viable la vida monástica podría ser abrir las puertas y realizar «un turismo respetuoso», que compatibilice la vida religiosa con las visitas; algo que ya ocurre en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, donde la comunidad se retira a determinadas estancias durante el horario de visitas, y las visitas no interfieren en los hábitos y horarios de la comunidad.