López Ballesteros, «inquieto» vecino enamorado de su callejón

Á. de la Paz
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La ciudad distingue a un hijo que dedicó su vida laboral a la imprenta y buena parte de su tiempo libre a la fotografía, la representación vecinal y variadas actividades de índole cultural

Vicente López Ballesteros aguarda, junto a su esposa, el paso de una procesión del Corpus. - Foto: La Tribuna

Toledo homenajeó al fallecido Vicente López Ballesteros (Toledo, 1931) por una vida dedicada al enriquecimiento de su ciudad. El Ayuntamiento reconoció el permanente esfuerzo de un vecino que, entre otros hitos, puede presumir del impulso a la decoración del callejón de San Pedro durante la festividad del Corpus Christi o de la fundación de la asociación vecinal Iniciativa Ciudadana, una entidad que representa los intereses de los vecinos del Casco Histórico y mantiene su vigencia. El vial en el que residió durante gran parte de su vida, un estrecho callejón que desemboca en la catedral primada, lucirá en una placa el nombre de quien fuera su ilustre morador y mecenas de la mejor versión del pasadizo en los días del final de cada primavera.

«Nos llena de orgullo, la pena es que no lo pueda disfrutar», asegura Lola, una de las seis hijas del homenajeado. López Ballesteros falleció en octubre de 2022, con 91 años y un bagaje de gozosa relación con su ciudad natal. El condecorado y su esposa Rosario, fallecida en 2017, adquieron una vivienda en el callejón de San Pedro hace unos 60 años. «Eran personas que fueron sacando su vida adelante con mucho esfuerzo», recuerda la hija del matrimonio. La historia de sus progénitores en la Toledo fue la de tantos otros en esta y otras ciudades españolas en aquellas décadas de los cincuenta y sesenta.

En la estrecha travesía que eligieron como hogar, López Ballesteros tomó la «iniciativa» de «reunir a los vecinos»para crear una decoración efímera durante la fiesta mayor de la ciudad. En el año 2000, López apostó por revivir la hermosa tradición de engalanar el espacio público con los nuevos moradores de aquel callejón «al que tanto tiempo dedicó».

Lola define a su padre como un hombre «inquieto». López Ballesteros trabajó en las artes gráficas, primero en la imprenta del colegio de Huérfanos Cristinos y desde 1965 hasta su jubilación como encargado de encuadernación en la Academia de Infantería. Su carrera profesional quedó, por tanto, vinculada a dos instituciones señeras toledanas.

En los últimos años del siglo pasado, el galardonado alentó la creación de Iniciativa Ciudadana, la asociación vecinal del Casco que ha ejercido de enlace entre los residentes del distrito monumental y las administraciones públicas. La institución mantiene la actividad y se impregna del legado de uno de los que la concibieron, el de «participar activamente», como remarca Lola,en todas las propuestas que fueran apareciendo en el singular distrito.

A López le unió una gran amistad con Rufino Miranda, guía cultural e histórico de la ciudad con quien «formó grupo»y siguió explorando cualquier posibilidad en la que volcar sus intereses, aficiones adheridas a su vocación toledana. 

Aficionado a la fotografía -llegó a instruir a un grupo de cadetes de la Academia en este arte-, ganó su primer premio en esta forma de expresión en 1973 y compartió instantáneas con la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.

Además, participó en el grupo de teatro Amigos, una compañía sin ánimo de lucro que representó diferentes obras para los grupos y asociaciones que lo demandaron. También formó parte del grupo de lectura de la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha.

OTROS MÉRITOS. El grupo NUT (acrónimo de Nos Une Toledo), un foro cultural que editó una publicación mensual, fue alumbrado en 1984 por López Ballesteros y Mirando. El ayer reconocido fue socio de la Junta Pro-Corpus desde su creación y participó de manera activa en la primera restauración de la Tarasca, acometida en 1985, y de los Gigantones que procesionan en la víspera del Corpus. La ciudad le concedió la Tarasca de Honor en los años 1988 y 2023.

Asimismo, contribuyó a la restauración del Libro de Honor del Ayuntamiento de Toledo en 1990, un trabajo que fue reconocido por el entonces alcalde José Manuel Molina. Con su retiro de la actividad profesional, todo el material de encuadernación y la maquinaria de artes gráficas que poseía fue donada a la asociación Apanas.