Francisco Javier Díaz Revorio

El Miradero

Francisco Javier Díaz Revorio


Vuelven los congresos

31/03/2023

Debería decir, con más precisión, que vuelven los congresos (y seminarios, encuentros, jornadas y eventos académicos variados) presenciales y masivos, porque primero por la pandemia, y luego por cierta tendencia a la bimodalidad o a mantener el formato online, durante un tiempo hemos tenido menos posibilidades de experimentar las incuestionables ventajas de la presencialidad física. Y, qué quieren que les diga, dónde va a parar. Los eventos presenciales tienen ventajas indudables, empezando, claro está, por la posibilidad de comer y beber (según los casos, incluso gratis, e incluso dignamente, aunque con frecuencia hay que esforzarse, sobre todo si se trata de un cóctel, por estar atento y no perder bocado…). Pero es que además, donde esté el trato personal, que se quite todo lo demás. Puedo decir -aunque no puedo contarlas, porque deberán permanecer en secreto- que algunas de las mejores anécdotas y enseñanzas que he aprendido de los grandes maestros no se han producido al escuchar su conferencia, sino comiendo con ellos. Es ahí cuando a veces se cuentan verdaderas curiosidades que pocas veces se dicen en una conferencia, y mucho menos en las videoconferencias grabadas. Hay a veces motivos en el derecho que explican muchas cosas, más que las razones explícitas… y hasta ahí puedo leer.
Pero, además la presencialidad tiene tantas otras ventajas. Como la de tocarnos, abrazarnos, darnos la mano y besarnos, lo que, aun con los virus incluidos que libremente circulan, es siempre una experiencia que necesitamos los humanos. O la de disfrutar de situaciones como la de ver cómo se abrazan, e incluso se elogian de forma entusiasta, personas que sabes positivamente que no se soportan o se odian. O presenciar cómo alguien elogia una ponencia… que prácticamente no ha escuchado, porque ha llegado casi al final. En realidad, para no pocos los propósitos que se persiguen con asistir a un congreso van desde los lúdico recreativos y gastronómicos, comenzando por el turismo más o menos cultural, hasta otros más vinculados con ambiciones profesionales (negociar, hacer tratos, invitar o ser invitado a posteriores congresos o conferencias entrando así es una dinámica de la que es difícil salir… o simplemente darse a conocer). Y en fin, tampoco hay que descartar que, junto a todo esto, alguien vaya a aportar y/o aprender algo de sustancia en algún congreso. Hay quien, por diversos motivos, no quiere asistir a congresos, pero estos son no dejan de ser bazares del conocimiento, grandes almacenes para el intercambio de ideas -más o menos provechosas- y sobre todo, escaparates de todos los caracteres de la condición humana, para lo bueno y para lo malo.

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