Editorial

El episodio del 2 de mayo continúa con el segundo acto

-

Lo que no hubiera pasado de ser una mera anécdota protocolaria se ha convertido, de la noche a la mañana, en una confrontación política en toda regla. Se enmarca dentro del ambiente preelectoral del 28 de mayo, con las elecciones municipales y autonómicas, y ya de diciembre, con las Elecciones Generales. En un contexto de escaramuzas políticas hay que situar la actuación del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Parecía que la polémica se circunscribiría a los actos del 2 de mayo y en el entorno de la Comunidad de Madrid, pero en la jornada de ayer continuó el rifirrafe con cruce de declaraciones de los implicados en distintos medios de comunicación. Mientras que la presidenta madrileña arremetió contra el Gobierno y el proceder de sus integrantes en una radio nacional y se negó a claudicar ante Bolaños: «Se nos exige que tengamos que rendirnos y no», la portavoz del Ejecutivo, Isabel Rodríguez, embestía al Partido Popular, al que tachaba de «partido extremista». Rodríguez aprovechó la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros para asegurar que «esta campaña de atacar a gobiernos legítimos ocurre en otras partes del mundo, pero la protagonizan partidos antisistema o extremistas. Lo lamentable es que en España la protagoniza el PP, que fue un partido de Gobierno».

Parece lamentable que se utilice unos actos de conmemoración de una Comunidad Autónoma para abrir una nueva batalla política. El ámbito institucional quedó relegado a un segundo plano cuando el ministro Félix Bolaños  intentó ocupar el lugar que no le correspondía y el equipo de Isabel Díaz Ayuso se lo impidió. Todos los motivos de la fiesta regional de la Comunidad de Madrid se echaron por los suelos en un ejemplo más del ínfimo nivel que tienen los miembros de la clase política en la actualidad. No supieron respetar el contexto institucional en el que estaban con tal de protagonizar el enésimo enfrentamiento hasta la cita con las urnas.

Posteriormente, la bola se fue agrandando hasta desembocar en el sainete político más absurdo de los últimos meses y lo peor es que no será el último, ni mucho menos. La ciudadanía tendrá que aguantar más episodios de este calado con la resignación que, si hay cambio en las instituciones públicas después de este ciclo electoral, los que lleguen serán de las mismas características que los actuales, porque se perdieron las formas en política que llevaron a que España protagonizara una transición ejemplar estudiada en todo el mundo. Ahora el panorama dista mucho de aquellos tiempos.