De las descargas masivas a la cultura 'streaming'

M.E. Torreblanca (EFE)
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La proliferación de los servicios digitales de contenidos ha relegado a la piratería a un segundo plano y ya más de la mitad de los españoles cuenta con algún plan en sus hogares

Netflix desembarcó en el país en 2015 y desde entonces no ha parado de crecer. - Foto: Reuters

Cuando nació la primera plataforma de vídeo bajo demanda en España, Filmin, en 2007, la piratería y descarga de contenidos estaba en efervescencia, una práctica que ha disminuido al tiempo que se ha ido asentando la cultura de la suscripción de pago.

El Observatorio de la Piratería en España comenzó en 2009 a instancias de la Coalición de Creadores de Industrias y Contenidos. Aquel año, el 83,7 por ciento de las películas se pirateaban, lo que colocaba a España entre los territorios donde más se cometía este delito contra la propiedad intelectual. Pero aunque en 2021 seguía habiendo un 25 por ciento de consumo ilícito de películas en España, con un valor de 5.524 millones de euros, este porcentaje ha caído sustancialmente.

En paralelo, según la edición de 2021-2022 de la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales del Ministerio de Cultura, ahora mismo en España, seis de cada 10 personas, el 59,4 por ciento, dispone en su hogar de suscripciones a plataformas digitales de contenidos culturales, el 52,8 por ciento de películas o series.

¿Cómo se propició esta evolución en las costumbres? «El cambio para frenar la piratería fue la disposición de títulos en internet a un precio que por entonces era menor de 10 euros al mes, con una facilidad de uso que hizo que el consumidor cambiara la mentalidad respecto al acceso a contenido no legal», explica Juan Carlos Tous, consejero delegado y socio fundador de Filmin. Recuerda que en sus inicios, esta compañía se creó con el apoyo de las distribuidoras independientes más importantes en España, un mercado dominado por la ilegalidad generaba falta de confianza por parte de muchos actores de la industria hacia un nuevo modelo de distribución.

«Internet se veía como una amenaza, pero nosotros defendíamos que era una oportunidad, que había que ser valientes, que había que poner los contenidos a disposición del público», explica.

La llegada a España de operadores globales, como Netflix en 2015 (que empezó en 1997 llevando DVD's a domicilio en EEUU), «despertaron el mercado con su fuerza y consiguieron hacer que la gente confiase en internet y pagase por ver los contenidos a un precio justo y de fácil acceso», añade Tous.

En el debate sobre si este modo de consumo en casa puede acabar con las salas de cine, la directora general del ICAA, Beatriz Navas, cree que «la aparición de las plataformas ha sido clave en el fortalecimiento de nuestra industria», tanto por su apoyo a la financiación de los proyectos como por favorecer su visibilidad y circulación, «y especialmente para que hayamos tomado conciencia de nuestro potencial a nivel global».

Un mismo ecosistema

A su juicio, «no deben verse como una amenaza para el cine», ya que forman parte de un mismo ecosistema que tendrá que reordenarse. «Nos toca asimilar que hay un nuevo modelo de oferta cultural para la ciudadanía y preguntarnos qué lugar puede ocupar el cine en sala dentro de esa oferta», reflexiona.

También para el CEO de Filmin, plataformas y cine se complementan: «No vemos que las plataformas eviten ir al cine. Creemos que somos un complemento más, otra forma de poder acceder al cine, y creemos que es el espectador quien decide si quiere o no ir a la sala, de acuerdo a muchas circunstancias. Un estudio nuestro demuestra que la gente que más consume cine lo hace tanto en plataformas como en salas de cine», apunta.

Otro de los retos de este modelo es al que se enfrentan los productores independientes en España, que hacen hincapié en que si no existe una legislación que les proteja y diferencie de las grandes plataformas y productoras, al final este país va a quedar para dar servicios que en cualquier momento podrán deslocalizarse, en lugar de propiciar la creación y la permanencia de esa riqueza en propiedad intelectual.

María Zamora (productora de Alcarràs), remarca que frente a otros territorios como Francia o Alemania, en España se mantiene una «mala tradición de base» que supone que un productor independiente levante un proyecto con guion, actores y dirección, y que al acudir a una distribuidora mayor pueda perder todos sus derechos.

Esta industria audiovisual en estado de transformación está además muy influida por la coyuntura, y son muchas las plataformas que ya plantean la subida de precios o el fin de las cuentas compartidas, mientras buena parte de la población ya se plantea darse de baja por la situación económica.

Por el momento, este año ha sido uno de los más brillantes que se recuerdan en el cine español reciente, con títulos como Alcarràs, Cinco lobitos o As bestas. «Quizá es el mejor momento de la industria en España», y por ello urge «consolidar» una estructura segura y estable, concluye Antonio Mansilla, presidente de las Productoras Independientes Audiovisuales Federadas (PIAF).