Enclaves templarios de la provincia de Toledo (y VI)

José García Cano*
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La Orden del Temple ha dejado cierta huella en algunos pueblos de nuestra provincia, así como en la propia capital. En ella debemos visitar el barrio de San Miguel. La propia iglesia de San Miguel, conserva aún hoy algunos elementos templarios

Salón de época califal del siglo X bajo la antigua Casa del Temple. - Foto: www.cultura.castillalamancha.es

En la última entrega sobre lugares relacionados con la orden del Temple en nuestra provincia, llegamos a la ciudad de Toledo, donde debemos visitar el barrio de San Miguel, interesante y antiguo barrio toledano relacionado con estos caballeros medievales. La propia iglesia de San Miguel, conserva aún hoy algunos elementos templarios que confirman el importante pasado de este bonito templo toledano, ya que hablamos de una de las parroquias latinas más antiguas de Toledo, de la que tenemos datos a partir de 1174. Algunos de los símbolos del temple que hay en San Miguel son un escudo templario que se encuentra en el interior de esta iglesia y que atestigua su relación con la orden, así como una cruz marcada en una de las campanas del templo. Por otro lado no podemos olvidar que en la iglesia de San Miguel tiene sede la cofradía del Gremio de Hortelanos, cuyos miembros celebran cada año la festividad de su santo (el 29 de septiembre), el cual se ha relacionado históricamente con los templarios ya que era una de sus advocaciones favoritas.

Con relación al palacio o casas principales templarias en Toledo, el siempre citado villacañero Sixto Ramón Parro nos aportó el dato de que la casas hospedería del temple en el interior de la ciudad se encontraban en el barrio de San Miguel el Alto, añadiendo que ocuparon un extenso edificio dividido en ya en el siglo XIX en otras pequeñas casas, que antaño formaban la sede templaria, ubicándose en la manzana situada a la izquierda del templo de San Miguel, entre las calles de la Soledad, de San Miguel y la Plaza del Seco, es decir en lo que se ha venido llamando durante mucho tiempo la Casa del Temple. Lo interesante de este edificio es que su estructura original data del siglo XI-XII, fue construido en estilo andalusí y con un precioso -y único- patio central desde el que podemos acceder a algunos salones y alcobas en misma planta y a antiguas algorfas en la primera planta. Recomendamos visitar (esperemos que muy pronto se pueda hacer) un antiguo salón que se encuentra en el subsuelo bajo el patio, ya que estamos ante un espacio de época califal (siglo X) situado bajo el salón del ala oriental, con algunas paredes estucadas y una ornamentación de dos colores. Esta casa tiene la declaración de Bien de Interés Cultural y si recuerdan los lectores, La Tribuna recogía el pasado mes de abril la noticia de que este inmueble había sido adquirido por el Ministerio de Cultura a su anterior propietario, aunque de momento se desconoce el uso concreto que la administración va a hacer de él.

Un importante resto templario se conservó muy cerca de esta Casa del Temple; nos referimos a la Casa de la Parra, ubicada en este mismo barrio y donde se encontraba la conocida como alacena mudéjar templaria, es decir una curiosa alacena de madera que ya documentó Amador de los Ríos en 1845, la cual se desmontó de esta casa y fue adquirida por el South Kensington Museum, hoy el V&A, es decir The Victoria and Albert Museum. Sería el catedrático de Bellas Artes don Juan Facundo Riaño, quien en el siglo XIX y como colaborador del citado museo británico, les recomendó adquirir esta alacena por su valor artístico e histórico. Según parece el Museo Arqueológico Nacional no disponía de las 500 pesetas que valía la pieza y por ello Riaño la adquirió en nombre del Victoria and Albert.

Sobre cómo y cuándo los templarios toman posesión de esta serie de casas e inmuebles en el barrio de San Miguel, no hay apenas datos; citamos a otros autores que proponen que fue el rey Alfonso VIII el que cedió el inmueble a la orden del Temple, el mismo monarca que había encargado a nuestros templarios, la vigilancia y control del puente de Alcántara y del castillo de San Servando. Precisamente esta fortaleza toledana también se suele relacionar con el temple debido a la estratégica ubicación que tiene como punto de vigilancia para las gentes y tropas que entraban a Toledo desde el sur, hecho que motivaría que lo usaran como punto de control para el enemigo. Como recuerdo de ese pasado templario, el castillo de San Servando conserva aún hoy varias leyendas en las que aparecen caballeros, fantasmas y extrañas presencias fantásticas, que nos traen al presente el antiguo legado templario del actual Albergue Juvenil San Servando.

Pero no solo hay huellas templarias en la zona de San Miguel, porque si nos acercamos a la fachada sur de la catedral de Toledo, podremos encontrar algunas curiosas marcas de cantería junto a la Puerta Llana. Algunas de ellas son simples trazos o ángulos en forma de L, pero hay otras que nos recuerdan perfectamente a un pez; de ahí que algún autor haya relacionado la propia construcción de la catedral con la presencia templaria en Toledo. No olvidemos que el pez, además de un símbolo cristiano era también un icono que usaron los templarios en sus primeros años y por ello se puede interpretar que quizá intervinieron en el proceso de su construcción del templo catedralicio, si bien esto de momento, no es más que una conjetura. De hecho, también en la catedral y en la misma fachada sur, frente a la calle Bajada del Barco, hay otro posible resquicio templario, es decir, una imagen de una virgen negra denominada comúnmente la Virgen del Tiro, debido al tiro o polea que hay junto a ella en la esquina este y desde el que se subía antiguamente la cera para preparar los cirios, velas, etc., del templo primado. De nuevo no podemos aportar documentos o crónicas que avalen el origen templario de esta virgen, pero siguiendo la estela de diversos autores, está más que probada la relación de estas vírgenes oscuras con lugares o encomiendas templarias y es cierto que no es la única virgen negra que existe en Toledo ni en la provincia, como así lo reflejamos hace unos días en esta sección.

A modo de resumen, la orden del Temple ha dejado cierta huella en algunos pueblos de nuestra provincia, así como en la propia capital; aun contando con el problema de la poca documentación que esta institución posee, seguimos encontramos algunos débiles restos y pruebas que aumentan la leyenda y la tradición sobre las encomiendas templarias toledanas. El fin del temple llegó con el complot iniciado por el rey de Francia, Felipe IV y por el mismísimo Papa Clemente V, el cual emitió la bula Facians misericordiam, gracias a la cual se comenzó por parte de la inquisición la causa contra los templarios y en la que el papa expuso los 87 artículos de acusación contra los caballeros de la orden. El último capítulo de la historia del Temple tiene lugar el 18 de marzo de 1314 con la quema en la hoguera de Jacques de Molay, último gran maestre de la orden (el vigésimo tercero), el cual había pasado siete años encerrado a raíz del citado proceso contra la orden. Añadiendo más leyenda al asunto, se cuenta que antes de morir Jacques de Molay, cuando se encontraba frente a la catedral de Notre Dame en París, un 18 de marzo de 1314, gritó que antes de un año los culpables de su muerte y de la de los demás templarios se verían las caras con Dios en un juicio justo y verdadero; casualidad o no Clemente V murió poco después y el rey Felipe IV, fallecería de un derrame cerebral durante una cacería el 29 de noviembre de 1314. Como pueden ver, han pasado 709 años de aquellos hechos, pero la orden del Temple sigue igual de presente en nuestra historia y en las calles de Toledo y de otros puntos de la provincia.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.