Ya se ha escrito demasiado sobre el debate electoral protagonizado por los dos principales candidatos para las próximas elecciones generales, pero merece la pena seguir resaltando el golpe de gancho que Feijóo asestó a Sánchez, presentando y firmando delante de toda España el contrato por el cual se comprometía a respetar la lista más votada y ofreciéndole a Sánchez el documento para que hiciera lo mismo, cerrando la posibilidad de pactos con otros partidos y anulando así el principal argumento de Sánchez en el debate, que se mostraba intensamente obsesionado con meter miedo sobre las consecuencias que para la democracia podrían acarrear un posible pacto de gobierno entre PP y Vox. 
Saca el contrato Feijóo, Sánchez lo mira de soslayo, Feijóo lo firma y a Sánchez se lo llevan los demonios. Vuelve entonces Sánchez sobre lo mismo, sobre el pacto de Extremadura y sobre los cerros de Úbeda. Con el agravante de que, si finalmente Feijóo gana las elecciones y tuviera que pactar con Vox, siempre podrá recordarles el rechazo a firmar el contrato ofertado, cada vez que Sánchez o su sustituto (que será lo más probable), vuelva a utilizar el comodín del buldog y el túnel tenebroso.
El caso es que Sánchez acudió al debate confiado, imbuido en la convicción moral de la superioridad ideológica que le otorga su narcisismo y su falsa humildad. Y Sánchez fue el cazador cazado, pues tiene mérito que al prepotente trilero Sánchez, como lo llamaba Albert Rivera, en el poder a base de cualquier tipo de pacto, trucos o tretas, le sacara Feijóo el contrato en directo dejándolo descolocado, evocándonos la famosa parodia surrealista de los hermanos Marx en 'Una noche en la ópera', cuando Groucho se dispone a contratar al tenor Ricardo Baroni. «Haga el favor de poner atención en la primera cláusula porque es muy importante. Dice que… la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte». Donde las dan, las toman, faltó que le dijera Feijóo a Sánchez.
La segunda parte del contrato la firmamos nosotros el próximo 23 de julio. El voto es la mejor forma de expresión de la voluntad individual para tomar decisiones colectivas. Es inclinarse por una opción respecto del reconocimiento de la capacidad de los candidatos que se presentan. En principio, cualquiera de las opciones es legítima y cualquier candidato es digno de ofrecerse para la gobernanza, salvo el que haya dado muestras de alguna tendencia al establecimiento de un régimen populista de supervivencia política a ultranza, totalitario, personalísimo, caudillista y tendente a socavar las instituciones democráticas. 
El día de las elecciones haremos que «la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte».