Premio a un joven arquitecto toledano por su siembra del agua

J. Monroy
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Juan González Blanco recibe el galardón Félix Candela por un proyecto de escuela de agricultura en los Andes con el agua y los queñuales como protagonistas

Juan González Blanco, arquitecto toledano.

Es toledano, vive en Alemania y acaba de recibir uno de los premios más importantes del mundo para jóvenes arquitectos por un proyecto para una 'escuela de agricultores de agua' en Perú, una idea para rescatar un pueblo abandonado hace más de un siglo y crear una red neuronal de utilice el agua de lluvia y un bosque de queñuales (árbol de la quinua) para crear este espacio de formación que a la postre recupere toda la población y su agricultura.

Juan González Blanco se confiesa toledano de toda la vida. Formado en la Escuela de Arquitectura de Toledo, donde se graduó hace dos años, hizo su Erasmus en la localidad alemana de Münster, donde ya ganó un premio en equipo por el diseño de una unidad de cuidados paliativos. Hoy trabaja en esta ciudad germana para el prestigioso estudio Bolles+Wilson, aunque sin olvidar su Toledo natal, donde le gustaría tener un futuro profesional en el futuro, «creo que en algún momento volveré». Desde allí llegan buenas noticias. Juan es uno de los tres ganadores del prestigioso premio Félix Candela V Edición 'Hombre de Maíz'.

Se trata de un concurso de ideas orientado a jóvenes arquitectos, que este año ha recibido 597 proyectos de más de dos mil personas de toda Hispanoamérica, Europa y Estados Unidos. El Instituto de Arquitectura en Español ha celebrado este año la V edición, en la que ha buscado un acercamiento al aprendizaje, la formación y el pensamiento a través del proyecto de una escuela de campo. Su lema fue Hombre de Maíz y planteaba si era posible buscar una forma de sociedad que no fuera urbana, pensar en una sociedad radicalmente distinta a la ciudad, con una estructura económica propia, que le permita volver a la vida rural. Los participantes tuvieron que buscar un lugar donde diseñar la escuela, iniciar el proyecto desde cero, en principio en el campo.

Premio a un joven arquitecto toledano por su siembra del aguaPremio a un joven arquitecto toledano por su siembra del aguaCrear una escuela y recuperar un pueblo. Juan González comenzó a investigar sobre el maíz y se fue a los orígenes de la planta. Aprovechó su conocimiento previo de los incas, que ya cultivaban este grano, y buscó un lugar en Perú. Así dio con una localidad abandonada, el  Pueblo Antiguo de Huaquis, que se encuentra en la reserva natural y paisajística Nor-Yauyos Cochas. Es un espacio a 3.750 metros, en plenos Andes. Debido a la complicada orografía, difícil acceso y la escasez de agua, en 1909 sus habitantes decidieron trasladarse al valle a la ribera del río Miraflores para fundar un nuevo pueblo. Pero a pesar de ello, sus descendientes siguen teniendo una fuerte vinculación con el lugar y las siguientes generaciones siguen visitando el pueblo viejo. Aún quedan casas de piedra y adobe entre las ruinas, más allá de la iglesia y el campanario, también en pie.

La idea de 'Queñual, una escuela para la siembra del agua' fue transformar el pueblo en una escuela de campo, con el agua y la 'magia' de los queñuales como protagonista, que se insertara en esta localidad abandonada y la recuperara dándole una nueva vida. «Lo que mi proyecto pretende es entender la escuela no solamente como el aula, sino abarcar también el territorio, entender la escuela dentro del paisaje sobre el que se levanta el pueblo de Huaquis y entenderlo también como parte de la escuela», explica.

El proyecto de González Blanco abarca en realidad varias escalas, desde la recuperación del territorio en sí con el agua y los queñuales como protagonistas; así como el propio pueblo y sus edificios más importantes, como la iglesia, escuela, hospital y cárcel, para que los ocupe la escuela desarrolle su programa pedagógico, crear zonas de residencia y zonas públicas de reunión. A través de las calles, teje una red de aulas y de espacios, para transformar el pueblo en esta escuela de campo. Al final también plantea unas pequeñas cabañas de madera como cobijo, pequeños refugios donde la educación se imparte en pequeños grupos.

Todo en torno al agua. El primer reto que tuvo que solucionar González Blanco fue la falta de agua, una problemática que lamentablemente se está haciendo habitual en distintos lugares del mundo. Y encontró la solución sobre el mismo terreno. El arquitecto investigó sobre las culturas preincas encontró unos sistemas hidráulicos llamados «amunas», unos canales de agua en las alturas andinas para recoger el agua de lluvia. Son canales, recuerda el arquitecto, con distintas tipologías, que se construían a base de piedra. Unos redirigían el agua a piscinas a cielo abierto y otros la filtraban para alimentar el acuífero. Utilizaban la orografía para buscar una pendiente mínima y retenían las aguas de lluvia, especialmente de lluvias torrenciales.

En vista de ese modelo, González Blanco plantea la creación de una red de canales a diferentes alturas que recoja el agua y la redirija a las albercas, que permitan que el agua se filtre, y llevarla también al pueblo. «Sería una escuela de agricultores para la cosecha del agua, agricultores del agua», advierte. Su idea es poner en valor la importancia del agua para la vida y una nueva vida para el pueblo.

Asociado a este pueblo hay un conjunto de andenes y terrazas, escalonadas a lo largo de la ladera de la montaña. El proyecto también pretende llevar allí el agua y recuperar los cultivos abandonados de aquel «gran maizal», unas setenta hectáreas. Esta recuperación también incluye una serie de caminos.

Otro capítulo, como recoge el propio título del proyecto, es la recuperación del bosque de queñuales, tejido por esos canales y caminos que van conectando los andes. La planta de la quinua, recuerda González Blanco, es milenaria y muy preciada por los pobladores de la zona. Es un género de árbol andino que crece hasta cinco mil metros, que posee la capacidad de captar la humedad del ambiente y filtrar la humedad al suelo, y de paso realimentar el acuífero. Es el propio árbol el que teje los canales y el que va conectando los caminos y recuperando la conexión del pueblo con los andenes.

En estos momentos, recuerda González Blanco, se están recuperando en Perú estos sistemas de canales y hay muchos proyectos para recuperar estos canales quechuas. El suyo, apunta, sería perfectamente abordable por la gente de allí.