Pulso científico por las piedras errantes

J.Moreno
-

Dos científicos estadounidenses han visitado las lagunas de Lillo por el insólito fenómeno. Tratan de consensuar, junto con el grupo español, la causa del enigma

Pulso científico por las piedras errantes

Era 28 de diciembre. Día de los Inocentes. María Esther Sanz, profesora de Geología de la Universidad Complutense, observaba extrañada unas trazas en las lagunas de Lillo, donde estudiaba la influencia de los microbios en la formación de minerales. Inesperadamente, la experta se topó con un fenómeno quizá más misterioso que académico.

Once años después, Esther y su compañero Óscar Cabestrero han regresado a las lagunas de Lillo. Junto con ellos, viajaron el 29 de mayo los científicos estadounidenses Richard Norris y James Norris. Los cuatro han estudiado el mismo fenómeno insólito de las piedras errantes o deslizantes, pero en dos parajes muy diferentes. Los californianos, en el conocido como Valle de la Muerte; los españoles, en las lagunas de Lillo.

El equipo estadounidense ha concluido que resulta fundamental la influencia del hielo, pero los españoles están seguros de que no cristaliza el agua en las lagunas de Lillo. Así, atribuyen el movimiento de las piedras a la mezcla de agua y viento. De esta manera, el encuentro trata de conciliar el porqué de las piedras errantes.

Pulso científico por las piedras errantesPulso científico por las piedras errantesRichard y James, que son primos, protagonizaron al día siguiente de la visita a las lagunas de Lillo una conferencia en la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense. Allí, explicaron su interpretación científica en este encuentro organizado por el Departamento de Mineralogía y Petrología.

«Científicamente, produce curiosidad, pero no es candente porque está localizado en dos sitios», explica a este diario la profesora universitaria Esther Sanz, quien publicó en 2015 un artículo sobre las piedras errantes de Lillo en una revista científica. Sin embargo, el extraño fenómeno sí desata interés en la sociedad estadounidense.

«Era espectacular. Había muchos rastros, muy visibles y muy largos», recuerda aún entusiasmada Esther, quien observó el movimiento de piedras de entre ocho y diez kilos de peso. El desplazamiento se desarrollaba en zigzag, e incluso, cuesta arriba.

Las lagunas de Lillo (El Longar, Altillo Grande y Altillo Chica) se extienden por 400 hectáreas y es el complejo salino más extenso e importante de la Península Ibérica. La presencia de aves acuáticas y esteparias entre prados de albardín -planta de suelo salinos parecida al esparto- son su principal atractivo, según destaca la Junta de Comunidades. Los flamencos suelen desplazarse de unas lagunas a otras, y el encuentro con ellos siempre es espectacular, prosigue el servicio de turismo.

Los cuatro científicos visitaron también el Ayuntamiento de Lillo, junto con el agente de empleo y desarrollo local, Juan Cañadas. Este diario publicó hace ocho años el hallazgo del equipo de la Complutense, completado por el geólogo Juan Pablo Rodríguez, y el eco de programas de televisión de ámbito nacional desató «un boom que se fue apagando», como recuerda este trabajador del Consistorio.

«Nos interesa que se dé a conocer», recalca. Ahora, Esther intentará instalar una estación meteorológica cerca de las lagunas de Lillo para confirmar que el fenómeno se debe al agua y no al hielo. Y, de esta manera, resolver el misterio. O multiplicarlo.

ARCHIVADO EN: Lillo