¿Una alternativa realista?

EFE
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Bildu afronta la cita con las urnas con el reto de protagonizar un 'sorpasso' histórico y desbancar al PNV como primer partido

El candidato a lehendakari, Pello Otxandiano, interviene durante el inicio de la campaña electoral de EH Bild - Foto: Iñaki Berasaluce

Las elecciones vascas del 21 de abril se presentan muy abiertas y como las primeras en las que la izquierda abertzale parte con posibilidades de obtener el mayor número de escaños. EH Bildu llega en situación de alternativa real a décadas de gobiernos liderados por el PNV (con el paréntesis del pacto PSE-PP de 2009-2012) gracias a un crecimiento sostenido y a diferentes factores que juegan a su favor:

Ampliación de su base social y tendencia electoral

Bildu inició su andadura en 2011 como una coalición entre Sortu (la izquierda abertzale original), EA y Alternatiba. Posteriormente se unió Aralar para conformar finalmente la formación hoy conocida.
A partir de ahí su base social y su electorado potencial han ido creciendo de una manera sostenida año tras año. Tras su notable eclosión en 2011, cuando logró gobernar Guipúzcoa, logró 277.923 votos en las autonómicas celebradas al año siguiente.
A partir de ahí, con algunos altibajos, ha mantenido su nivel de apoyo hasta lograr los 290.749 sufragios en las forales del pasado ejercicio, lo que augura un resultado histórico en unas autonómicas, que podría traducirse en una victoria en escaños y protagonizar así un sorpasso histórico. 
Renovación
de candidatos

Despejado el horizonte judicial de su líder, Arnaldo Otegi, Bildu optó por buscar una cara nueva para un discurso renovado, un representante de una nueva generación sin vínculos con un pasado que aún pesa en una parte de la población. El partido colocó a Pello Otxandiano como aspirante a lendakari, un candidato de 41 años, que no había ocupado ningún cargo en la izquierda abertzale cuando existía ETA.

Más de una década sin ETA

Aunque ETA sigue siendo el elefante en la habitación que persigue a EH Bildu con su alargada sombra, es evidente que ha descendido notablemente su peso en las decisiones del electorado, sobre todo en el más joven, que no sufrió el terrorismo. Desde que la banda dejó de matar en 2011, alrededor de 220.000 jóvenes se han incorporado al cuerpo electoral vasco, algo más del 12 por ciento del censo.
El posicionamiento respecto a ETA sigue siendo un asunto incómodo para los abertzales, pero su efecto electoral está prácticamente descontado.

Cohesión interna

«Hacer virar el trasatlántico sin que se rompa». Así lo expresaba habitualmente Arnaldo Otegi para justificar la lentitud con la que la izquierda abertzale transitó de apoyar al terrorismo a dedicarse única y exclusivamente a la política. Un proceso en el que evitar la ruptura se convirtió en una obsesión y que culminó con éxito.
Los discrepantes agrupados en torno a la coordinadora Jardun -las posiciones más tradicionales, vinculadas con el mundo de los presos etarras-, por una parte, y a GKS -jóvenes socialistas radicales-, por otra, hacen más ruido que nueces y apenas tienen reflejo electoral.

Política real

EH Bildu es actualmente uno de los socios más sólidos del Gobierno de España. Hace no demasiados años esta afirmación se habría tachado de disparate distópico, pero la apuesta de la izquierda abertzale por abandonar la pancarta y hacer política real le ha llevado a este punto. Y además, lo rentabiliza.
Sus portavoces hablan en las tribunas y cierran acuerdos en torno a asuntos sociales acuciantes, que afectan tanto a ciudadanos de Euskadi como del resto de España, como la vivienda, los desahucios, la igualdad o el salario mínimo, entre otros muchos.
El discurso identitario y reivindicativo, sin estar nunca abandonado, ha sido acompañado por una atención preferente por los asuntos sociales y por la defensa de una influencia real en la política para lograr esos objetivos. Una apuesta que también le sirve para ampliar su base electoral. Este también constituye un gran giro en el transatlántico de la izquierda radical.

El desgaste del PNV

El auge de EH Bildu coincide con un acusado desgaste del PNV, que se puso en evidencia en las municipales y forales del año pasado.
La pandemia del Covid afloró un problema que ya venía de antes, el declive de la calidad del servicio vasco de salud, Osakidetza, una de las joyas de la corona del autogobierno vasco. Por ahí se abrió una grieta en la reputación de buen gestor del PNV, cuyos sucesivos gobiernos tampoco han podido atajar otros problemas que acucian a los vascos, como el disparatado precio de la vivienda.

La fragmentación de la izquierda

Podemos, que llegó a ganar en el País Vasco en las elecciones generales celebradas en 2015 y 2016, está en franca decadencia, como demostraron las elecciones municipales y forales de 2023. No lograr un acuerdo y presentarse en dos candidaturas (Sumar y Elkarrekin Podemos) no permite pensar que este espectro político, colindante ideológicamente con EH Bildu, se pueda recuperar, con lo que parte del electorado puede refugiarse en una opción de izquierda sólida como la que ahora es la abertzale.