Humanismo y Karol Wojtyla. La cultura (II)

Fernando Díez Moreno
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Humanismo y Karol Wojtyla. La cultura (II) - Foto: Yolanda Lancha

Terminaba mi artículo anterior anunciando que en este comenzaríamos a indagar en el pensamiento de Karol Wojtyla. Quiero hacerlo señalando las cualidades personales que poseía y que le hacen merecedor de su valoración como el humanista más importante del siglo XX.

1. Investidura cultural. Wojtyla fue un hombre culto. A ello habría que añadir su experiencia única como el Papa San Juan Pablo II, que le permitió un conocimiento profundo de las personas, de las ideas y de los acontecimientos de su tiempo.

En su juventud universitaria escribió algunas obras de teatro basadas en hechos históricos de Polonia, y durante toda su vida escribió poesía. Pero además fue un filósofo y profesor de filosofía (que como se recordará significa amor a la sabiduría). Su tesis en teología sobre San Juan de la Cruz le permitió indagar en el misticismo, manteniendo una posición diferenciada de la mística franciscana y del misticismo carmelita, al tiempo que se aproximó por vez primera a las relaciones entre fe y razón.

Su segunda tesis doctoral, esta en filosofía, versó sobre la posible aplicación de la fenomenología de Max Scheller a la ética cristiana, lo que la habilitó para dar clases en la Universidad de Lublín durante cuatro años (1953-1957). Allí con otros profesores puso en marcha un proyecto intelectual que fuera la refutación del comunismo y del materialismo dialéctico imperantes en Polonia. Se trataba de un humanismo completo que aportara una explicación más convincente de la intuición y de la acción moral del hombre, basada en cuatro puntos:

1. Ser radicalmente realista en lo que se refiere al mundo y a la capacidad humana de conocerlo. Si no se permanece en la realidad, la verdad se convierte en una función del poder y no en la expresión de las cosas tal como son. Los hombres solo pueden ser libres en la verdad y la medida de la verdad es la realidad.

2. El punto de partida debe ser una reflexión disciplinada sobre la persona y la experiencia humana, en lugar de empezar por una teoría general del Universo. El pensamiento filosófico debe partir de la persona, de cada una, que es irrepetible. ¿Qué es la vocación humana? ¿Cómo se forja la historia? ¿Tiene la historia una dimensión trascendental?

3. Además, debe haber un compromiso con la razón, unido a la determinación de no dejarse arrastrar por la "trampa de la reflexión". El pensamiento filosófico debe esclarecer lo que los hombres de buena voluntad "deben" hacer.

4. Y, por último, poner en práctica un ecumenismo del tiempo y no ser esclavos de lo contemporáneo, que ha convertido el pasado en algo desechable. Las ideas tenían consecuencias buenas o malas, como lo atestiguan las tragedias del siglo XX.

Y Karol Wojtyla fue un hombre culto, no solo por ser filósofo, sino porque antes y después de ser Papa defendió con reiteración, incluso bajo la opresión del régimen nazi o comunista, y ante el mundo liberado de tales opresiones, que es la cultura y no el poder político, el poder económico, o cualesquiera otras formas de poder material, es la cultura la fuerza que dinamiza y constituye la historia de los pueblos en el largo plazo. Así la historia de las naciones no es la sus Reyes, ni la de sus guerras, victorias o conquistas, sino la de su cultura. Y mientras la cultura de un pueblo esté viva, este también seguirá vivo.

Además, para San Juan Pablo II, la cultura es la clave del cambio, y fue la clave del cambio que se produjo en los países del centro y este de Europa en 1989. De estos cambios trascendentales se extrajeron dos lecciones: la de la falacia jacobina, para la que la historia es siempre y solo la lucha por el poder, entendiéndolo como la capacidad de imponer a otro la propia voluntad; y la de la falacia marxista, para la que la historia solo es el resultado del enfrentamiento de las fuerzas económicas.

Frente a tales falacias, Wojtyla sostiene que existe una verdad inscrita en los cimientos de la cultura occidental; que la política es una extensión de la ética, es un ámbito no solo del "deber" sino del "ser"; y que el desarrollo de la política y su aplicación práctica tiene también lugar en el ámbito del juicio moral.

Estarás de acuerdo conmigo, amable lector, que muy pocos políticos de nuestros días son conscientes de estas valoraciones. Además, en España, no se destacan por su cultura ni por su experiencia del trabajo en la vida privada. Ello explica muchas de las cosas que están ocurriendo en nuestro país.

En el próximo artículo hablaré de la segunda cualidad humanista de Karol Wojtyla: su visión del humanismo de nuestro tiempo.