Los huérfanos de F. Ibáñez

Agencias
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No solo los personajes que salieron del lápiz del artista catalán se han quedado sin 'padre'. Millones de lectores de varias generaciones echarán de menos la fina ironía y el humor que han llenado tantos 'bocadillos' de sus cómics

Los huérfanos de F. Ibáñez - Foto: TONI ALBIR

«Debo tantas horas de diversión a Francisco Ibáñez que no sé qué decir. En mi casa, tres generaciones nos hemos reído a carcajadas con sus historias y sus personajes. Trabajó hasta el final para hacernos a todos un poquito más felices». Estas palabras de un incondicional del dibujante poco después de conocer su fallecimiento a los 87 años la semana pasada, pueden ser también las de Mariano, su hijo Esteban y su nieta Carla. O las de Cruz, su padre Elías y los mellizos Asier y Álvaro. También las de Bego, que leía con su padre las tiras de Ibáñez y regaló decenas de veces a su hija Ángela los tomos de Super Humor. Fueron durante décadas un regalo seguro, que también leían sus primos cuando, por vacaciones, pasaban unos días en su casa.

Todos ellos ahora tienen en común, como miles de lectores, que se han quedado huérfanos del padre del cómic español, la nostalgia que les queda de aquellas aventuras en viñeta en las que el humor y la ironía eran la tónica general, independientemente del personaje salido de su lápiz que las protagonizara. 

Un lápiz que permaneció décadas afilado, ya que Ibáñez no supo el significado de la palabra jubilación. Fue un trabajador incansable que nunca llegó a retirarse. Autor de miles de historietas, había publicado hace menos de tres semanas su último álbum de los desastrosos agentes de la T.I.A., Mortadelo y Filemón. Mundial de Baloncesto 2023, dedicado al próximo campeonato internacional de este deporte.

A tenor de los datos, la vida profesional del artista catalán estuvo muy bien aprovechada, ya que empezó cuando con solo 11 años publicó su primer dibujo en una revista infantil, Chicos. Desde entonces, nunca paró, aunque estudió Comercio y Peritaje Mercantil, y entre 1950 y 1957 trabajó en el Banco Español de Crédito, primero como botones -experiencia de la que nacería Sacarino- y después como ayudante de cartera y riesgos. En el año 57 y después de muchas colaboraciones y «dibujitos» en los márgenes de sus papeles, dejó definitivamente el banco para dedicarse a lo que le ha convertido en inmortal.

Desde el mundo del cómic explican ahora que los méritos del dibujante van más allá de su ingenio y de cómo supo ir adaptándose a los tiempos y a los cambios sociales a lo largo de su carrera, sino que también fue «único» en su defensa de la dignificación y de los derechos de los dibujantes, explicaba Meritxell Puig, directora de Cómic Barcelona, la principal cita especializada del sector en España.

Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio, Chicha, Tato y Clodoveo o Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera se han quedado huérfanos. Pero también César, Julio, María, Candela, Pedro, Sara y quizás usted, que echará de menos nuevas aventuras de un genio que hizo de sus trazos una seña de identidad.

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