Juan Pedro Domecq reivindica un toro para «las mejores faenas»

Á. de la Paz
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El ganadero muestra su temor por la llegada de Ernest Urtasun al Ministerio de Cultura y pide «respeto» para una expresión cultural que no cabe «ideologizar»

Juan Pedro Domecq participó en un coloquio organizado por la Peña El Trapío en la plaza de Toledo. - Foto: La Tribuna

El ganadero Juan Pedro Domecq defiende el encaste que nutre a buena parte de los hierros de lidia de la península. Gestor y propietario de una de las casas más icónicas del campo bravo, tal vez la más extensa según el número de cabezas, Domecq es también la procedencia mayoritaria de las ganaderías más demandadas. La proporción de reses con este origen tiende a crecer en detrimento de otros encastes cuya presencia en los ruedos mengua. La toledana Peña El Trapío invitó al sevillano a departir con los aficionados locales sobre el estado de la cabaña brava.

El criador de los juampedros alude a la «gran diversidad genética» de sus toros y recuerda la presencia de reses de Veragua, Conde de la Corte y García Pedrajas en la génesis de su encaste. «Permite a cada ganadero expresar su personalidad», apunta Domecq. «Cada creador, que es el ganadero, puede ahormarla según sus criterios de bravura».

Domecq discrepa de que el suyo sea un animal fácil para la lidia. «Crío el toro bravo para que se hagan las mejores faenas», asegura. La ganadería que dirige desde hace más de una década es una de las predilectas de las figuras. «No hay ningún toro cómodo», subraya. «Al contrario, es sumamente complicado de torear bien porque hacerlo a un gran nivel sólo está a la altura de los elegidos».

Las quejas sobre el estado de los pitones sacuden los tendidos. «En esta época se están lidiando los toros con los pitones más íntegros de la historia», proclama. La protección que brindan las fundas, extendidas por casi todas las ganaderías, permiten que «el toro conserve el pitón y no se gasten», lo que redunda en defensas «más astifinas y con la mayor longitud» vista.

La llegada de Ernest Urtasun al Ministerio de Cultura, departamento al que está adscrita la tauromaquia, genera incertidumbre en el sector. El político, vinculado a la izquierda ecologista catalana y uno de los cinco representantes de Sumar en el nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez, manifestó en el pasado una postura abolicionista respecto a la fiesta brava. «Siempre hay preocupación y más con todo lo que está ocurriendo en España», relata Domecq. «Es alguien que se declara antitaurino y contrario a la tauromaquia, pero cuando se toma el cargo de ministro de Cultura se debe gobernar para todos los españoles». 

El ganadero reclama «respeto» para una expresión artística singular «que a muchos ciudadanos de todas las ideologías les gusta». La sombra de la prohibición -o de una mutación legislativa que pervierta el rito- planea en el mundo del toro. «Es una aberración ideologizar la cultura», clama Domecq. 

La industria taurina se aferra a su demostrada capacidad de resistencia para sobreponerse a la penúltima amenaza. La crisis parece haberse cronificado. «Hemos pasado por momentos muy complicados; los ganaderos sobre todo por la pandemia». El porvenir se intuye tan incierto como desconocido. «Ojalá supiera cuál es la base del futuro», apunta el ganadero. La «compleja deriva» que atraviesa «la política del país» sume en la duda a una actividad que mueve miles de empleos y el sentimiento de millones de aficionados. El ganadero llama a «defender que es un patrimonio cultural no solo de España sino del mundo».

¿CORPUS DE 2024? Juan Pedro Domecq desliza la posibilidad de lidiar en Toledo la próxima temporada. «Me ilusionaría», cuenta. Sus reses no aparecen por el coso de la capital regional desde septiembre de 1999, cuando el titular de la ganadería era su padre. En aquella fecha, extraña según el calendario habitual de la plaza de Mendigorría, lucieron su hierro cuatro de los seis toros del festejo mixto y fueron estoqueados por Enrique Ponce y El Juli.