El PSOE va a explotar el inglés (inexistente) de Alberto Núñez Feijóo a lo largo de esta campaña. Y seguramente le otorgue mucha más importancia al asunto de la que tiene. Tampoco es nuevo que en política se utilice la debilidad más evidente de tu contrincante para debilitarlo. Lo han hecho todos, siempre, y lo seguirán haciendo.

Siendo lo anterior cierto, es absurdo tratar de esconder que se trata de un problema y de una anomalía. El de si hablan o no inglés los primeros ministros es un debate que no se produce en otros países por la sencilla razón de que son ya una minoría absoluta quienes no son capaces de dar un 'speech', aunque sea con guion. Lo habla Macron, lo habla Meloni, lo habla Costa y lo habla incluso Orbán. No hay ahora mismo ningún jefe de gobierno en la Unión Europea que no pueda manejarse decentemente en la lengua de Shakespeare. El último que recuerdan en Bruselas fue el búlgaro Borísov, que era conocido precisamente por eso. 

Los últimos en ceder a la hegemonía del inglés fueron los alemanes. Merkel lo hablaba bien, pero en público prefería el alemán. Olaf Scholz rompió el tabú el 2021, respondiendo fluidamente en una rueda de prensa y rompiendo el tabú para siempre. En el resto del mundo, tres cuartos de lo mismo. Hablan inglés casi todos los políticos con un cargo relevante. Y quienes no lo hacen, como Andrés Manuel López Obrador, suele ser objeto de burla, igual que sucede ahora en España. 

Con todo, el hecho de que Feijóo no sea capaz de hablar inglés puede acabar jugando a su favor. Es un pequeño defecto que tiene en común con la mayoría de sus conciudadanos porque España es uno de los países de Europa más retrasados al respecto. Por motivos estructurales y coyunturales con los que no tiene mucho sentido alargarse en esta columna.