Las invasoras cotorras argentinas, avistadas ya en Valparaíso

Á. de la Paz
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La ciudad afronta la llegada de una especie exótica invasora que destaca por su capacidad de multiplicación y los problemas para convivir. «Si se les deja, en diez años hay un problemón»

Dos cotorras argentinas comparten un trozo de pan en la rama de un árbol en Madrid. - Foto: Mariscal (EFE)

Vecinos del barrio de Valparaíso han advertido de la presencia cerca de sus viviendas de  ejemplares de cotorra argentina, una especie exótica invasora que amenaza los hábitat en los que anida. Los expertos reclaman la importancia de controlar la población de esta ave por su elevada capacidad reproductiva. «Hay que evitar que se establezcan», asegura Mario Díaz, profesor de Investigación en el Museo Nacional de Ciencias Natural del CSIC.

El «carácter invasivo» de las especies invasoras exige un «complicado» trabajo de control. Las posibilidades para detener su expansión consisten en la captura o el sacrificio. La opción de la eliminación, sin embargo, es una alternativa que se enfrenta al repudio popular. La desaparición «de animales en grandes cantidades» se antoja como una respuesta poco probable por tratarse de «animales populares».

Para el caso de Toledo, Díaz pide una respuesta rápida que evite la extensión del problema. «Hay que capturarlas cuando son poquitas», relata. Más allá de la jaula, el sacrificio con armas de aire compromido por manos expertas se adivina como la más eficaz de las opciones, pese a su alto coste social. El experto recuerda que las cotorras argentinas «son coloniales», un comportamiento que hace que los ejemplares de esta especie tiendan a agruparse en espacios próximos entre sí, generando una suerte de efecto llamada que dispara su número -y su proyección- en poco tiempo.

Aficionados a la ornitología han detectado la presencia de cotorras en la capital regional en diferentes etapas y lugares a lo largo de las últimas décadas. Fueron vistas en dos entornos diferentes de la Fábrica de Armas, próximos al edificio Sabatini, hace algunos lustros. «Pero dimos el aviso y no se establecieron», recuerda Díaz, quien fuera profesor de Zoología en la UCLM en este campus entre 1999 y 2007. Posteriormente, pudieron contemplarse en los viveros de la Diputación o en el parque de las Tres Culturas, donde tampoco se ubicaron de manera permanente. 

La población de cotorras en la vecina Comunidad de Madrid «es enorme». El censo de 2015, hace casi nueve años, cifraba en unos 8.000 los ejemplares emplazados en la capital y su corona metropolitana (en la provincia sólo se contabilizaron tres animales, todos en torno a Talavera). Las estimaciones de los expertos elevan la cantidad actual de Myiopsitta monachus en territorio madrileño por encima de las 20.000, una cifra que ejemplifica la capacidad de estos loros para multiplicarse.

Las cotorras de Valparaíso, «que probablemente procedan de Madrid, suponen un reto para el que no cabe dilación. «Si se les deja, en diez años hay un problemón», cuenta Díaz. Más allá de los inconvenientes que su presencia acarrea para otras aves, las cotorras destapan una serie de problemas en las ciudades colonizadas que incluyen daños en la vegetación ornamental, la destrucción de los cultivos hortofrutícolas o la dificultad para la convivencia en espacios urbanos habitados. «Es imposible vivir cerca de un nido», subraya el profesor, quien alude al elevado nivel de ruido y la suciedad por la acumulación de excrementos que producen las cotorras cuando logran establecerse con éxito.

Localizar el nido. Para diluir el riesgo medioambiental que supone la invasión de esta especie no autóctona en la ciudad se debe encontrar el nido en el que habitan los ejemplares llegados a Toledo. La posibilidad de que puedan estar criando supondría una complejidad añadida. «Al principio parece un bonito loro, pero luego es complicado controlarlo», añade Díaz.

«Hay que extraerlas antes de que empiece a crecer la población», insiste el experto.