Al igual que la Real Academia Española limpia, fija y da esplendor a la lengua castellana, el Partido Popular, como está acreditando en ayuntamientos (Toledo, Talavera o Torrijos, entre otros) y comunidades autónomas, también 'limpia, fija y da esplendor' a la extrema derecha.
Cara a las elecciones del 23-J, se agradece que desde las calles Génova (en Madrid) y Colombia (en Toledo) hayan dejado claro no tener reparos en abrazarse con Vox, acaparando así cuanto poder territorial puedan. Las derechas ya han certificado que caminan juntas y que si los números les dan el tándem Feijóo-Abascal encabezaría el futuro Consejo de Ministros. En su primera entrevista en esta Tribuna como alcalde, Carlos Velázquez dijo que nadie debería temer a los programas electorales de Vox y del PP para nuestra ciudad, cuyas coincidencias, aseveró, superan el 90%. Así, pues, ¡fuera! la Concejalía de Igualdad.
Con aquello de que 'el mensaje es el masaje', los teóricos de la comunicación sintetizan cómo la constante repetición de ciertos argumentos o eslóganes termina por relajar nuestras reticencias hacia cuanto en ellos se propugna. Esto ha pasado con el empeño por 'normalizar' política y socialmente a la extrema derecha en nuestro país que desde hace un tiempo realizan notables 'cátedras' mediáticas, habiendo conseguido, ante nuestra propia indolencia y la complicidad de quienes hoy son sus aliados preferentes, situarla en el corazón de las instituciones públicas.
Quienes ya tenemos cierta edad, añoramos la acidez de genios como Jaume Perich quien nos legó frases tan memorables como aquella de que «cuando un bosque se quema, algo suyo se quema… señor conde». La RAE no se libró de su corrosivo humor, troleándola y diciéndonos de ella que 'limpia, fija, da esplendor… y, además, regala cromos'. Sin tapujos ni sonrojos, esas estampillas son las que, salvo la excepción extremeña (de momento), el PP está entregando a sus socios ultras en forma de presidencias de parlamentos autónomos vicepresidencias regionales, vicealcaldías y concejalías varias. A la vista de todo ello, en el hipotético caso de encontrarnos hoy a Feijóo en mitad de una escalera, ya no nos asaltará la duda de preguntarnos si, como buen gallego, sube o baja, bastará con ver sus manos pringadas de verde para saber de dónde viene y hacia dónde quiere llevarnos.