Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Hombres con estrella

16/10/2023

En la vida, como bien saben ustedes, unos nacen con estrella y otros estrellados. Nuestro presidente de Gobierno interino es claramente de los primeros; no hay más que verle la sonrisa sardónica y un tanto forzada con la que comparece en público desde que se contagió de la Covid hará unos veinte días. De hecho, el pasado día 12, durante el Desfile, estrechó la mano de Felipe VI como si el tremendo abucheo que le dedicaban los desvergonzados de siempre no fuera con él. Como personaje shakesperiano en que, por momentos, se está metamorfoseando, todo le resbala porque, fiel a su devoradora pasión por el mando, su objetivo lo tiene muy claro. Y, en función de ese objetivo, le ha dado la vuelta a la tortilla, tildando de derechoso y casi de apestado al que no está con él.
Y, como esos temibles dictadores que acababan convencidos de ser criaturas elegidas, de estar en posesión de la verdad y, en suma, de tener estrella, él, no cabe duda, empieza a estarlo. Buena prueba de ello la tenemos en el brusco desvío de la atención general ante el brutal ataque de Hamás al corazón de Israel y la igualmente brutal respuesta de Netanyahu sobre Gaza. De repente, el foco mediático –ese mismo que tan obsesionado tiene a los gobernantes mediocres– ha hecho un vade retro, justo en el momento en que la situación empezaba a superarlo a él y a los turiferarios de turno que, fieles a la consigna lanzada por Bolaños, decían, sin ningún tipo de pudor, 'digo', donde hasta haces pocas fechas venían diciendo 'diego'. Hasta tal punto que ya prácticamente nadie se acuerda de la manifestación multitudinaria del domingo en Barcelona, en la que miles de ciudadanos catalanes mostraban su inconformismo con los procedimientos de Pedro Sánchez para seguir en La Moncloa.
No hay mal que por bien no venga, y, como dijo la abadesa, todo es bueno para el convento. Sánchez y su cogollito están a punto de desactivar, con su dialéctica turbia y enrevesada, perfectamente medida por sus expertos (en una formula de manual, que invierte la de Feijoó cuando afirmaba que «el caos o él», diciendo ahora que «él o la derecha»), el escándalo que supone dejarse chantajear de la forma más evidente por un prófugo de la Justicia que hasta la noche de las elecciones de julio se paseaba por Bruselas y Estrasburgo, como bien me contaron mis hijos, como un cordero herido al que le faltaba llorar. Con siete diputados de oro, se ha erigido en dueño de la situación, porque, como buen tahúr le ha visto las cartas a Sánchez.
De ahí que, entre medias verdades, medias mentiras, y ardides de todo tipo, consciente de que, aunque se retracte cien veces de lo que afirmaba e incluso mantenía gallardamente durante la campaña, nada es imposible para quien carece de escrúpulos y tiene el Boletín Oficial. Y así de decidido avanza como un cohete en pos de su objetivo, nos cueste lo que nos cueste, sirviéndose de promesas (que sólo Dios sabe si cumplirá) y soltando veladamente amenazas, y actuando como si los españoles fuéramos 'petite espèce', que decía Napoleón, y la Constitución un calcetín de quita y pon.
Pues bien, en vista de que la batalla (tal es el sentir general), la tienen en el bote, yo me atrevo a solicitar una amnistía general (de la que únicamente quedarían al margen los delitos de sangre y los violadores). ¿Para qué? Pues, sencillamente, para que no haya ladrones de primera y de segunda, y para que no se nos caiga la cara de vergüenza a quienes le votamos creyendo que el socialismo era algo serio, como lo había sido hasta ahora; y para que no haya ya ciudadanos catalanes y vascos, de segunda y siervos de la gleba.
«Húndase Roma en el Tíber; aquí está mi reino», decía Marco Antonio, totalmente hechizado por los encantos de Cleopatra, al enviado de Roma, que le instaba a recobrar el juicio. Los que vamos para viejos somos fatalistas por principio, como decía Josep Pla, porque hace tiempo que dejamos de creer en la naturaleza humana y en los nobles ideales con que se le llena la boca a la clase política de toda especie.