«La palabra obesidad lleva un estigma y tenemos que cambiarla»

M.G
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Marián García, conocida como Boticaria García, ofrece una charla esta tarde en la Biblioteca regional sobre mitos de la nutrición y la obesidad de la mano de Ciencia a la Carta. La farmacéutica y divulgadora acaba de publicar Tu cerebro tiene hambre

Boticaria García acaba de publicar un nuevo libro con la editorial Planeta - Foto: Javier Ocaña

El cerebro come aunque no se suela hablar de su gusa. Sin embargo, Marián García, conocida como Boticaria García, ha vuelto al mercado editorial con un libro divulgativo que aborda consejos nutricionales, derriba mitos sobre la obesidad y el adelgazamiento y pone en tela de juicio las dietas rápidas y los eslóganes que venden humo y tienen tanto tirón. La autora de 'Tu cerebro tiene hambre' ofrece una charla esta tarde de la mano de Ciencia a la Carta en la Biblioteca regional para un público hambriento de conocimiento y de buen humor.

El hambre se siente, está claro. ¿Tiene más hambre el estómago o el cerebro?

Las señales de hambre se generan en el estómago, pero esas hormonas viajan hasta el cerebro y es el que nos dice que tenemos hambre. Cuando tenemos hambre fisiológica los depósitos de energía están bajos, ocurre de manera normal y se libera la señal, pero el problema viene cuando estamos aburridos, estresados, con ansiedad, algo que ocurre mucho en la sociedad actual y ahí se libera una hormona llamada cortisol que detecta el estómago y hace que tengamos más sensación de hambre.

El hambre se puede clasificar en varios tipos. ¿El hambre emocional se puede llegar a controlar?

Hay estrategias para gestionar el hambre emocional y hay que aprender a distinguir qué es hambre emocional. Podemos ser conscientes cuando nos entra hambre de que no es real si nos hacemos preguntas para saberlo. Puedes tener ganas de azúcar, de patatas fritas pero no de lentejas, una señal de que no es hambre de verdad porque cuando es fisiológico comerías cualquier cosa. 

Hay que saber también si el hambre aparece de pronto o de forma gradual, como aparece el hambre fisiológica. Cuando se satisface el hambre hay que preguntarse si te vas a sentir culpable. Cuando yo como lentejas no me siento culpable por ello, pero comiendo tres magdalenas, ¿me voy a sentir igual? Si sabes que vas a sentirte mal ya tienes la pista del tipo de hambre y hay que buscar otras fuentes saludables a esa dopamina que se está generando para despistar. Por ejemplo, la evidencia científica apunta que hay estrategias como escuchar música, la relajación, cantar, tocar instrumento...

Por eso, se trata de cambiar la dinámica del hambre, como cuando un bebé llora y cambiamos el paso. Hay que distraerlo y buscar ese confort, esa dopamina, en otros ámbitos y en este caso las relaciones sociales es una de las mejores alternativas.

En líneas generales, ¿sabemos comer?

La evidencia nos dice que no porque la obesidad y el sobrepeso se han multiplicado por tres en los últimos cincuenta años, algo está pasando. No es solo que no sepamos comer, sino que el entorno que nos rodea ha cambiado y estamos rodeados de muchos más estímulos. Los supermercados han cambiado y hace cincuenta años la gente iba andando a comprar a una frutería o a una carnicería. Ahora todo nos lo traen a casa y las opciones para comer hoy son mucho menos saludables y todo influye.

Aun así, huyo de culpabilizar a las personas porque no sepan comer u organizarse. La vida se ha complicado muchísimo y hacen falta estrategias a nivel institucional, formación en los colegios y tenemos que tener en cuenta que más allá de la alimentación y del ejercicio, las ciudades deben están preparadas para caminar porque los trabajos son sedentarios y no tienen nada que ver con los de hace 50 años. Si nos pasamos diez horas sentados habrá que buscar espacios para facilitar que la gente se mueva de otra manera. 

Si hablamos de adelgazamiento, ¿cuál es el mayor mito que has escuchado hasta ahora?

El que se dice de que el que no adelgaza es porque no quiere o no tiene fuerza de voluntad. Realmente, los estudios dicen que la fuerza de voluntad en el fondo es David contra Goliat porque hoy en día tenemos la microbiota alterada, los músculos tristes y los adipocitos, encargados de enviar las señales de saciedad, están inflamados. Por tanto, si las células grasas están inflamadas como ocurre en las personas con obesidad, la señal de saciedad no llega nunca al cerebro y tienen hambre como si llevaran doce horas sin comer. 

Por tanto, la persona que se come su plato, el de su mujer y el de su hijo no es que sea un gocho o un ansioso, hay que cambiar ese paradigma porque uno de los grandes problemas actuales es que la palabra obesidad lleva un estigma relacionado con la estética. Si yo digo hipercolesterolemia no pones cara a una persona, pero si digo obesidad sí se pone un patrón físico y ha llegado la hora de cambiar la palabra igual que se ha hecho con otras enfermedades. Ya no se habla de enfermedad mental, más bien de salud mental. Ya se está trabajando en ello en las sociedades científicas y al final conseguiremos grandes avances. 

¿Sería una buena receta para adelgazar copiar el estilo de los japoneses y quedarse con algo de  hambre en las comidas?

En la isla de Okinawa se ha visto que tienen una longevidad mayor y comen un poquito menos, al 80% del depósito. Dejan hueco para el postre, pero no se comen una tarta de chocolate después. Es cierto que aplican restricción calórica aunque no sea mucha mientras nosotros estamos justo en la medida contraria.

Además, los suecos tienen un modelo dietético, 'find you way' (encuentra tu camino), y uno de los cuatro pilares que marca es no comer demasiado. Aun así, puede ser complicado para algunas personas, pero comemos demasiado y es una verdad incómoda.

¿Hay que publicitar más el plato de Harvard?

Por supuesto. Es un modelo muy sencillo, intuitivo y la gente entiende muy bien eso de llenar la mitad del plato de frutas y hortalizas, es decir, comer Portugal, mucho verde y mucho rojo. Es fundamental y debería explicarse más en los colegios, pero también hay que resaltar el modelo sueco, que te dice los alimentos que hay que comer más y menos y aplica pequeños cambios, como pasar del pan blanco al integral. 

También propongo cambiar las guarniciones de patatas, sin demonizarlas, por hortalizas, como pimientos asados, berenjenas, championes y espárragos. No se trata de comer acelga hervida, que no le gusta a casi nadie, sino cambiar las guarniciones por más vitaminas, minerales, fibra y más nutrientes con menos energía porque en el mundo sedentario en el que vivimos no necesitamos tanta energía.

Te gusta hablar de los miocitos, pero mucha gente no sabe lo que son.

Son las células del músculo que están muy tristes y propongo darles alegría con un 'tris tras', diez o quince minutos de ejercicio todos los días, no una hora de gimnasio ni de correr, para ejercitar el tren inferior y el superior. Se puede hacer con el propio cuerpo y con bandas elásticas. Se ha visto que los miocitos generan mioquinas, los compuestos de los movimientos que generan los músculos, aunque a mí me gusta llamarlas superquinas porque tienen superpoderes, son antiinflamatorias y pueden llegar a las células grasas y bajar la inflamación. También son capaces de llegar al cerebro y generar más conexiones entre las neuronas y más memoria.

Todo lo que se ha descubierto es muy interesante, sobre todo, para aquellas personas mayores a las que se les dice que cuando se jubilen se pongan a hacer sudokus y crucigramas tranquilitos para ejercitar la mente. Y eso está muy bien, pero menos sudokus y más sentadillas porque el cerebro se puede mejorar con el músculo. Es un concepto muy novedoso porque hace veinte años no se sabía que existían esas superquinas y con ese trabajo 'tris tras' varias veces a la semana podemos conseguir grandes beneficios metabólicos. 

Desde hace relativamente poco tiempo se ha puesto de moda el ayuno intermitente. ¿Es tan saludable como lo pintan?

Dentro del libro clasifico las dietas con colores de semáforo y el ayuno intermitente lo incluyo en el ámbar. Se puede cruzar un semáforo en ámbar con cuidado y si eres un niño con alguien que te ayude. Ocurre lo mismo con el ayuno intermitente, necesitas un especialista porque no es una dieta para todas las personas. 

Es cierto que puede conseguir grandes beneficios y hay evidencia de que puede ser bueno para estimular las bacterias buenas de la microbiota. También hay estudios que lo vinculan con mayor longevidad y prevención del cáncer, incluso con la pérdida de peso, pero no significa que sea para todas las personas.