Cientos de familias jalonaron ayer el recorrido de la procesión de La Borriquita, que partió de la iglesia mozárabe de Santa Justa y Rufina arropada por representantes de todas las hermandades de la ciudad encabezados por los miembros de la cofradía del Cristo del Calvario y Nuestra Señora del Rosario.
Los aplausos no se hicieron esperar dada la dificultad que entraña sortear la puerta de Santa Justa y Rufina por la estrechez tanto de la calle como del giro que los dieciocho costaleros de la Hermandad de la Virgen de las Angustias, titular de la talla, y del resto de cofradías tienen que hacer para enfilar hacia la calle la Plata. La maestría de bailar la imagen, que estuvo acompañada durante todo el recorrido por la banda joven de la Escuela de Música 'Diego Ortiz, también tuvo recompensa.
La Borriquita dejó también la imagen del obispo auxiliar de Toledo y secretario de la Conferencia Episcopal Española, César García Magán, golpeando con fuerza el llamador con el que los costaleros ejecutaron una brillante 'levantá'. La anécdota ocurrió a la altura de la iglesia de los jesuitas.
La borriquita procesionó por las calles de la 'pequeña Jerusalén'.No fue la única que dejó una procesión que en su primera parte discurrió por un pavimento recientemente renovado. También se pudo ver a los más pequeños que participaban en la procesión vestidos de hebreos repartir caramelos a los niños que estaban viendo la procesión acompañados de sus padres.
Además, la procesión de este año dejó también una buena noticia. Y es la de ver procesionar a Javier Salazar Sanchís, presidente de la Junta Gestora de la Cofradía prácticamente recuperado del accidente cerebrovascular que sufrió hace un año y que hizo temer por su vida.
La imagen de La Borriquita, obra del imaginero jienense Antonio José Martínez, es de las más jóvenes de las que integran la Semana Santa toledana puesto que hasta 2008 el Domingo de Ramos en Toledo sólo contaba con la procesión de las palmas, que discurre entre la Puerta del Reloj y la Puerta Llana de la Catedral y es organizada por el Cabildo de la Catedral.
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Los más pequeños iban vestidos de hebreos y repartiendo caramelos.
El obispo auxiliar, César García Magán, hizo las veces de capataz y golpeó el llamador a la altura de la iglesia de los Jesuítas.
La necesidad de que la imagen de Cristo Rey saliera por la calles de la 'pequeña Jerusalén, era más que evidente, pero se necesitaba que una cofradía se hiciera cargo de la imagen. Finalmente fue la Hermandad de la Virgen de las Angustias, la que decidió dar el paso, aunque siempre ayudada por miembros del resto de cofradías que todavía la acompañan en su procesionar.