Titánico Adrián de Torres en Las Ventas

Mario Gómez / LAS VENTAS
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Los tres toros titulares anunciados de Pallarés dieron escaso juego, mientras que los de Cuadri, que sustituían a los de Los Maños, resultaron muy duros. Gómez del Pilar dio la cara, De Torres cortó una importante oreja y Esaú se marchó de vacío

El jienense Adrián de Torres paseó una oreja tras jugarse más que los muslos. - Foto: Plaza 1

La fecha del Domingo de Ramos es tan taurina como cofrade. Un cartucho envenenado si en un desafío de Santa Coloma, se cuelan tres de Cuadri, que midieron tanto como peso tenían. Cofrade, si el triunfador, viste corbatín nazareno en honor al Cristo de su pueblo.

Al 5° Adrián de Torres lo saludó según venía. No quiso darse coba, y bajo la ovación que recibió de salida el animal, recetó un bonito saludo capotero. En banderillas fue un sainete y se orientó el toro, algo que pagó De Torres que vivió como se volvía sobre las manos, con la cara alta, y con mucho peligro. Se puso una y otra vez intentando pegar algún pase, mérito inaudito ante un toro que no pasaba y reponía. Tremendo valor y ganas de Adrián de Torres, que merece una oportunidad con una ganadería con más opciones. Esfuerzo titánico el del jienense que, con media muleta desde la cintura, se afanó en ser torero. Ya sólo pasaban los pitones, y aún así siguió bailando en el filo de la navaja. Se tiró con la misma pureza con la que quiso torear y dejó una estocada antológica de rápido efecto que puso en su mano una merecida oreja. Le arrancó la oreja como el de Cuadri le había arrancado parte de la taleguilla; apostó y ganó.

Ante las dormidas embestidas del segundo del festejo Adrián de Torres mostró un torero cadencioso y con gusto. El torero de Linares quiso ofrecérsela desde los medios citando con la izquierda, pero su oponente no arrancó. Luego ya más metido con él entre las rayas, consiguió correr la mano un puñado de veces por ambos pitones, dejando entrever de lo que es capaz. La espada fue su talón de Aquiles; y sin espada, no hay paraíso. Escuchó dos avisos.

Hay quien sabe más que nadie, o cree saberlo, y al dirigirse Noé, con toda su trayectoria y hombría a los medios con la muleta plegada, le pitaban. No debieron fijarse en el crespón negro de su chaquetilla, en recuerdo a su tía fallecida la pasada semana, y que el brindis iría al cielo. Y aunque hubiera sido al público. Hizo lo que pudo con lo que tenía enfrente, y la mayor ovación del primer tercio de faena, fue para el que mandó callar al que con sus protestas faltaba al respeto al que se jugaba en ese momento la vida en Madrid. Entre gritos y bullas, el toledano se fajaba con un animal gris, como su capa, que iba y venía sin entrega, pero que se desplazaba ante los toques. Se puso por ambos pitones y los aceros no viajaron certeros.

Noé quiso lucir desde sus salida al de Cuadri que cerraba el festejo. A pesar de la complicación de salida, brilló Juan Manuel Sangüesa en un sensacional tercio de varas. Hubo emoción y el toro se arrancó en tres ocasiones. El emotivo abrazo del picador y su matador fue el preludio de la tremenda ovación que recibió al marcharse. En banderillas fue una papeleta, y solo la voluntad de José Luis Triviño que fue al toro cuando el de Cuadri esperaba, resolvió la situación. Acusó en exceso el paso por el caballo y llegó completamente parado a la muleta. No pudo Noé ni siquiera instrumentar una tanda, y para matar no se lo puso fácil.

Con media muleta en los bajos del 6 trató Esaú sacar todo lo que el primero bis tenía. El aire se presentó como enemigo molesto, y el de Martín Lorca tampoco ayudó. Faena breve que sólo le valió al camero para meterse entre los pitones y arrancar algunos aplausos, tras un inicio con el capote y con dos arrancadas al caballo que crearon falsas esperanzas. Antes había sido devuelto el titular de Pallarés, un toro guapo que tuvo bondad pero no fuerza.

El cuarto, del hierro de Cuadri, dio espectáculo en varas. Se arrancó con todo dos veces y empujó con los riñones. Descabalgó al picador y el público se puso de parte del astado. Fue peligroso en banderillas y en la muleta se la quiso quitar siempre de enmedio. Esaú lo probó por ambos pitones, con el hándicap del aire, y tras no tener opciones lo pasaportó de media atravesada y descabello.