El equilibrismo de Navas

Diego Izco (SPC)
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Jesús Navas celebra la victoria de la Liga de Naciones 2023 - Foto: Europa Press

A partir de cierta edad, el deportista de élite vive en equilibrio sobre una línea imaginaria, la de la actividad y la de la retirada. A un lado, jóvenes con 10 o 15 años menos amenazan con sacarte del puesto; al otro, 'jubilados' con tu edad te cuentan las bondades de la 'doce far niente' después de una vida de exigencias, carreras exageradas y patadas a destiempo. En ese complicado equilibrio físico y mental lleva ya tiempo bailando como un 'chiquillo' Jesús Navas, quien, a sus 37 años, no tiene que echarle imaginación: su línea es de cal, está junto a su bota derecha desde hace casi 20 cursos de profesional y la conoce tan bien que no necesita red de seguridad. Navas es el tipo que ya es leyenda en el Sevilla, pero que con hitos como el del pasado domingo (primer futbolista de la Historia con Mundial, Eurocopa y Liga de Naciones) va dándole pistas a todas las demás aficiones: es leyenda global. 

Un vistazo hacia el punto de partida nos enseña al niño de ojos claros y gesto nervioso, fruto de una ansiedad diagnosticada que le privó de algunos partidos y desplazamientos. Compañeros como Antonio Puerta o José Antonio Reyes, cuyos fallecimientos le han dejado muescas más dolorosas que los tacos de un mal lateral zurdo, le ayudaron a integrarse con normalidad en la élite. «Haz lo que sabes, que eres muy bueno en eso», fue el consejo de Joaquín Caparrós. 'Eso' era, precisamente, pegarse a la cal, encarar al 'tres' y diseñar parábolas perfectas hacia los rematadores. Navas, el penúltimo extremo puro del fútbol español, fue clave en la primera UEFA del cuadro hispalense cuando solo tenía 19 años. 

De origen humilde, consciente de sus limitaciones, renegaba de los micrófonos. Prefería hablar con las botas y con su entrega. «Que nadie pueda dudar de que no lo he dado todo», un 'mantra' con el que salta al césped cada duelo. El sacrificio, el esfuerzo y la verticalidad le llevaron a la Premier en el primer intento de despegue del City: jugó cuatro temporadas, disputó 182 partidos... Y hacia el Etihad salió un extremo y volvió un lateral derecho: Pep Guardiola, en su primera campaña en Inglaterra, eligió a Navas por encima de Sagna o Zabaleta para encargarse del puesto. Y Jesús, otra vez en equilibrio entre su oficio de toda la vida y el opuesto, supo adaptarse. 

Fue su último año (el cuadro inglés ya incorporó a Kyle Walker al curso siguiente, pagando 50 millones de euros al Tottenham), pero el aprendizaje le permitió sobrevivir en el fútbol moderno, cuando casi todos miran hacia el declive y él interpretó que aún había sitio, físico y esperanza. Un año más, un kilogramo menos: así trabaja desde que volvió al Sánchez-Pizjuán. El Sevilla le abrió las puertas de par en par y él se agarró al dorsal '16' de su amigo Puerta. 

En la sufrida 17/18 (cuatro entrenadores), con Machín o el 'apagafuegos' Caparrós, en la segunda juventud, junto a Lopetegui, en las alegrías de las Liga Europa conquistadas o con la soga al cuello de una 22/23 en la que José Luis Mendilíbar rescató al equipo de la sombra del descenso... En todas ellas, Jesús Navas ha asumido los riesgos del puesto a partir de la treintena. En una de sus últimas imágenes, justo antes de llorar con el trofeo de la Liga de Naciones en la mano, se abrazaba a Joaquín (Betis) en su retirada y jugaba ante el 'penúltimo' de los suyos. De una manera poética, justo antes de recibir la quinta llamada de la selección española y tocar el cielo por tercera vez de rojo, Navas era el último hombre en pie, el que tiene las llaves del bar, el alma de la fiesta. Y eso, a determinada edad, hace mucha ilusión.