El fin de las mascarillas o la gran liberación

L.G.C.
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Los tapabocas dejaron ayer de ser obligatorios en farmacias, centros de salud y residencias, noticia recibida como un «alivio» para la mayoría

El fin de las mascarillas o la gran liberación - Foto: L.G.C.

Una auténtica liberación. Así definían ayer el fin definitivo del uso de mascarillas en farmacias, centros de salud y residencias de mayores, que entró en vigor poco después de su publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Los que lo sabían, optaron por eludir  su uso al acceder a estos centros, últimos reductos que resistían con los tapabocas desde que se impusieron para enfrentar la pandemia, en 2020.

El acuerdo del Consejo de Ministros declara el fin de la crisis sanitaria por el Covid más de tres años después. El fin de las mascarillas, significativo ejemplo de este final oficial, hace decaer su obligatoriedad aunque sigue apelando a la responsabilidad ciudadana y recomienda su uso a las personas que trabajan en determinados servicios sanitarios, como las unidades de cuidados intensivos y unidades de pacientes vulnerables, y en las urgencias hospitalarias o de atención primaria, incluida la sala de espera.

Asimismo, se aconseja su uso a personas sintomáticas cuando estén en espacios compartidos y a los profesionales que las atienden, y en residencias de mayores y personas con discapacidad, pero no se obliga.

Acaba así un «suplicio» del que muchos querían haberse olvidado hace tiempo. Tanto es así, que algunas personas evitaban ponérsela en su acceso a las farmacias cuando aún era obligado su empleo, según  confirmaron ayer a este diario. «Algunas veces se me olvidaba traer una en el bolso y tenía que entrar a la farmacia sí o sí, y aunque me regañaban, me terminaban atendiendo», indica Felisa poco después de salir de una, en esta ocasión sin su uso ya aprobado.

Así lo confirman también los profesionales detrás del mostrador, tras 'batallar' con muchos clientes. Curiosamente, algunos farmacéuticos atendían ayer aún con mascarilla porque desconocían que la medida entraba en vigor una vez publicado en el BOE y no un día después.

Para ellos, y para los clientes, poder acceder libres de esta  medida sanitaria «es una auténtica liberación», aunque muchos confirmaron que la usarían siempre que estuvieran enfermos, «aunque sea un simple catarro», indicaba María, que siempre lleva una en el bolso.

 José Luis, por su parte, defiende que no tenía sentido que «en los hospitales o farmacias haya que llevar mascarilla, pero en el bar, donde estás con los amigos y es más probable que te contagies, no lo sea».  

En los centros sanitarios y sociosanitarios también despidieron a las mascarillas, aunque lo hicieron de otra forma. Aquí su uso recomendable primó sobre la no obligatoriedad al ser sus principales actores personas enfermas y vulnerables, por lo que aún se vieron muchas durante la jornada de ayer, «y se seguirán viendo en los próximos días», dijeron.

«Son molestas pero estamos acostumbrados y quizá sea mejor llevarlas un tiempo más, aunque no se obliga a nadie», explicaban desde un centro de salud. Así recogían el sentir de buena parte de los profesionales sanitarios, no tanto de los pacientes, que en su mayoría accedían sin la protección.

La pandemia parece haber quedado atrás y las mascarillas quieren ser ya algo del pasado, aunque todo dependerá de la conciencia y responsabilidad de cada ciudadano, del momento y el lugar para su uso. Abiertas ya a la libre elección del ciudadano, no son obligatorias y las caras pueden ir al descubierto sin incurrir en una falta.