Cómo «encajar» la salud mental en un edificio de cuatro siglos

Á. de la Paz
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Javier Alguacil y Luis Moreno, artífices de la remodelación del Hospitalito del Rey, señalan la «calidad» de un inmueble erigido en 1602 con un propósito asistencial que mantiene hoy

Luis Moreno y Javier Alguacil, arquitectos de la reforma, junto a la zona abovedada del inmueble. - Foto: David Pérez

Los dos arquitectos responsables del remozado del Hospitalito del Rey recurren con insistencia a la referencia de Nicolás de Vergara, creador del inmueble en 1602. «El edificio estaba tan bien diseñado que permitió adaptaciones de accesibilidad y contra incendios», aseguran Javier Alguacil y Luis Moreno, autores de una renovación que ha devuelto el esplendor a una construcción con más de cuatro siglos y que desde el año pasado ha inaugurado un nueva etapa como recurso para la atención de la salud mental.

«Desde su fundación, el Hospitalito ha sido destinado al uso social y asistencial», apuntan los arquitectos de AMA Estudio, cuya propuesta ganó el concurso de 2004. Las fachadas del cubo, apostado junto a la catedral, se mantienen; el interior ha sufrido una importante transformación que conjuga el espíritu de atención a las personas con carencias, el imperativo que ha regido la longeva historia del bloque, con la funcionalidad obligada por la normativa. El deseo de «conservar» cuanto de original hubiera impregnó la tarea reformadora.

Alguacil y Moreno plantearon una rehabilitación representativa de lo que tan «buenísimo edificio» siempre fue. El grueso de la obra se realizó entre 2007 y 2010, afectó a una superficie de 5.500 metros cuadrados y contó con un presupuesto aproximado de unos 7 millones de euros. El inmueble resultante debía «encajar» los requisitos que demandaba la Consejería de Bienestar Social con la forma del edificio original.

Luis Moreno y Javier Alguacil, arquitectos de la reforma, junto a la zona abovedada del inmueble.Luis Moreno y Javier Alguacil, arquitectos de la reforma, junto a la zona abovedada del inmueble. - Foto: David PérezSe picaron todos los muros, «a ver qué nos aparecía». Las catas de la investigación in situ dejaron «hablar al edificio». Los autores de la remodelación refieren un trabajo «muy serio y multidisciplinar», realizado entre arqueólogos, historiadores y arquitectos. «No se podía haber hecho una intervención con éxito sin un conocimiento exhaustivo previo del edificio», relatan. La limpieza de añadidos, con la retirada de tabiques y cielos rasos incorporados a lo largo de los siglos, facilitaron la tarea renovadora. 

Los trabajos incluyeron la rehabilitación de las cubiertas, el camuflaje de las instalaciones del aire acondicionado y los conductos de diferentes servicios, además de la creación de un nuevo módulo a partir los metros cuadrados de edificabilidad ganados tras vaciar el zaguán. 

El espacio perdido en la entrada, donde se dispuso un amplio recibidor diáfano y una rampa para personas con movilidad reducida, se añadió después a una de las cuatro crujías mediante un habitáculo adherido por el patio. «Había un forjado de viguetas de hormigón que doblaba el espacio, donde había una sola sala sacaba dos; trastocaba bastante la lectura de ese espacio». La remodelación aportó una rampa de accesibilidad para salvar los más de veinte peldaños de escalera desde la entrada por la calle Chapinería.

Luis Moreno y Javier Alguacil, arquitectos de la reforma, junto a la zona abovedada del inmueble.Luis Moreno y Javier Alguacil, arquitectos de la reforma, junto a la zona abovedada del inmueble. - Foto: David PérezEl sótano, con sus 22 bóvedas, y la planta baja, han sido las estancias mejor conservadas. Esta porción del Hospitalito, previa al inmueble levantado con los planos de Vergara, esboza un posible origen comercial del espacio.

FUNCIONALIDAD. Son 60 las habitaciones disponibles en el nuevo Hospitalito del Rey, una veintena individuales y otras tantas dobles. Desde todas se ve el cielo, tanto las que miran al exterior como las que lo hacen hacia el patio del sanatorio. «Los tamaños de las ventanas no son los habituales del Casco, estas son grandes».

El suelo, uno de los detalles más llamativos, consiste en un parqué industrial puesto de canto, en vez de plano. Hay colores verdes en la primera planta, más cerca de la tierra, y azules, tono del firmamento, en la segunda. Impone la terraza en el segundo nivel, un balcón con vistas a la plaza Mayor y el teatro de Rojas desde donde también son visibles la torre, el claustro y el ochavo de la seo primada. Se han reparado restos de policromía antigua y se ha recuperado un arco y parte de la carpintería.

Los encargos de «ventilación, extracción, climatización e iluminación» debían convertir al vetusto edificio, geriátrico a finales del pasado siglo, en un recurso adaptado a su nueva función y acomodado a la normativa vigente. «Se necesitaba, por ejemplo, una serie de renovaciones de aire por hora; la residencia tiene que ser un espacio muy sano», cuentan.

Los arquitectos subrayan que «una de las cosas con los que no estábamos muy de acuerdo según se estaban haciendo en el Casco eran los emplazamientos de esas grandes máquinas de aire en las cubiertas». Alguacil y Moreno afean ese «criterio de que como están en las cubiertas, no se ven desde la vía pública». En 2008, tomaron la decisión de ocultarlas a través de una operación sencilla: rebajando la cota de un forjado moderno de hormigón se pudo albergar la maquinaría en un bajocubierta sin modificar la volumetría de los tejados.