Toledo tuvo 57 monasterios de los que 14 aún siguen abiertos

Lidia Yanel/EFE
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La vida religiosa como se ha conocido hasta ahora «está llegando a un final de ciclo» coinciden los expertos que creen que una parte sustancial de ese modo de vida y de ese patrimonio «corre peligro real» de descontextualización

Los expertos subrayan que las monjas son las que mejor cuidan el patrimonio conventual. - Foto: Yolanda Lancha

Los conventos son un patrimonio histórico 'vivo', y quienes viven en ellos (religiosas en su mayoría) afrontan con muy pocos recursos (su trabajo manual) el mantenimiento de inmuebles y objetos artísticos muy valiosos: los expertos coinciden en que estas comunidades monásticas son las que mejor los cuidan, pero la sociedad debe mejorar sus condiciones de vida.

Es una de las conclusiones del Congreso Internacional 'Conventos de Toledo. Patrimonio Histórico Vivo', a las que ha tenido acceso EFE y en el que han participado una treintena de especialistas en disciplinas como historia del arte, museología, restauración, arquitectura, urbanismo, economía o jurisprudencia.

El congreso lo organizó el grupo de investigación 'Claustrat' de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), que dirige el catedrático de Historia Moderna Francisco José Aranda Pérez, y se llevó a cabo en Toledo, una ciudad que es «un excelente laboratorio de conocimiento y búsqueda de soluciones» para esta cuestión.

Toledo llegó a tener 57 monasterios (27 masculinos y 30 femeninos) de los que 14 todavía albergan comunidades religiosas originarias (3 de hombres y 11 de mujeres), lo que supone, probablemente, la mayor densidad monacal de España.

Además de los 14 que se mantienen, otros 4 han cerrado en lo que va de siglo, 16 conservan sus edificios para otros usos y 21 han desaparecido totalmente o quedan restos mínimos.

Y en el resto de la Archidiócesis de Toledo -que comprende la provincia de Toledo y parte de Extremadura- permanecen 'vivos' 3 conventos masculinos y 25 femeninos.

La situación actual es que se mantienen 42 conventos 'vivos' en la Archidiócesis, la mayoría de los cuales está en una situación «extremadamente precaria».

El patrimonio conventual que alberga la ciudad de Toledo, ciudad que desde 1986 es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, está a la altura de otros grandes centros religiosos del mundo, pero a la vez es un aspecto identitario.

CUSTODIOS.

Los expertos debatieron durante dos jornadas sobre el arte y el patrimonio conventual, pero también sobre su economía y jurisprudencia, y concluyeron que el protagonismo de la conservación y sostenibilidad de este «enorme acervo de la vida monástica toledana» debe recaer en los religiosos (en su mayor parte, mujeres) por dos motivos. El primero,  que la propiedad es suya. Y, en segundo lugar, porque en la mayor parte de los casos, han sido «los mejores custodios de sus casas desde hace siglos» y lo han mantenido 'vivo' hasta la actualidad empleando «ingentes recursos personales y económicos».

La situación actual es que los conventos están al borde de sus fuerzas, por la disminución y envejecimiento de sus comunidades y por sus dificultades económicas.

Pero no se les debe abandonar «a su suerte» porque ese patrimonio no es solo responsabilidad de cada una de las órdenes religiosas sino de toda la sociedad, incluyendo la administración civil, la eclesiástica y el conjunto de la ciudadanía.

Las conclusiones del congreso apuntan a que es «imprescindible» hacer campañas de concienciación y acción continuadas para obtener recursos: «Si queremos que sean viables, autosuficientes y que incluso puedan prosperar en vocaciones hay que mejorar sus medios de vida, y, antes que nada, hacer habitables sus casas e instalaciones, como las de cualquier ciudadano».

Consideran importante «relanzar» la conciencia pública sobre el problema del patrimonio conventual dando cabida a los poderes públicos (civiles y religiosos), a colectivos y a entidades empresariales preocupadas por la herencia histórica, pero, sobre todo, inciden en no quedarse en el lamento sino buscar soluciones y mostrar unidad de acción.

Así, proponen abordar planes directores de prioridades y urgencias que contemplen el conjunto de conventos como una unidad vital y que tiendan a consolidar los conventos y ofrecer una solución «viable y digna» a las monjas y monjes que se queden sin su comunidad religiosa original.

En este caso, deben darse usos culturales «de la máxima categoría y calidad» que enriquezcan, a la par, la vida ciudadana.

Otra medida a llevar a cabo es culminar el catálogo de bienes muebles de la Iglesia Católica (el 80% del patrimonio histórico de Toledo), que debe comprender los edificios conventuales, sus dotaciones (escultura, pintura, orfebrería, retablos, cerámica, mobiliario, tejidos, menaje), las tradiciones musicales, los archivos y las bibliotecas.

Y sería de utilidad crear escuelas-talleres de oficios de restauración específicos para el ámbito monástico en las que puedan participar las religiosas y religiosos para sus casas.

FINAL DE CICLO.

La vida religiosa como se ha conocido hasta ahora «está llegando a un final de ciclo», coincidieron los expertos, y esto se ve en la reducción de conventos y en el envejecimiento de su población.

Ante ello «urge tomar posición y actuar» porque una parte sustancial de ese modo de vida y de ese patrimonio «corre peligro real» de descontextualización, desnaturalización e incluso pérdida para el uso público.

En este sentido, señalan  que la sociedad actual no debe ver la presencia de monjas de otros continentes y de culturas distintas como un «obstáculo» ya que el «trasvase» de religiosos entre tierras lejanas ha sido normal en la misión evangelizadora de las órdenes religiosas a lo largo de toda su historia.