Juan Bautista Antonelli, ingeniero del rey Felipe II. Parte I

Antonio de la Cruz
-

El Museo del Ejército conseva entre sus tesoros bibliográficos una obra relevante en cuanto a tratadística militar, se trata del conocido como 'Epitomi', de Juan Bautista Antonelli.

Juan Bautista Antonelli, ingeniero del rey Felipe II. Parte I - Foto: Museo del Ejército.

De la época de Felipe II conserva el Museo del Ejército entre sus tesoros bibliográficos una obra relevante en cuanto a tratadística militar, se trata del conocido como 'Epitomi', de Juan Bautista Antonelli. Autor y obra, en su contexto, nos lleva a una época donde se da todo el esplendor y la cota más alta de miras que tuvo el imperio español en su capacidad de expansión (que es como decir tratar de entender lo que movió esta ambición imperial y sobre qué sustentos ciertos o fantásticos, pero al fin y al cabo creíbles técnica y logísticamente, se apoyó). Y cómo mejor que a través de uno de sus protagonistas que como Antonelli lo hizo creíble al propio rey, vinculando su vida (ciencia y hacer) a las empresas varias que consiguió del favor del monarca; devolviéndole este toda su estima, como se aprecia en la forma en cómo le mencionaba como 'nuestro ingeniero'.

Si atendemos a este vocablo 'ingeniero' en su valor etimológico, vemos que deriva del término latino 'ingenium' que atiende al carácter innato engendrado en cada uno, entre estos rasgos psíquicos está el talento. A su vez, en su acepción militar, tenemos el ingenio como artefacto bélico, y el 'ingeniator' como el que lo maneja. Posteriormente, en su traslado a vocablos romances (engigneur, engineer, ingeniero) ambigua tanto al creador talentoso, como al operario maquinista, con connotación de persona precisa y preparada. 

Dentro del contexto bélico de la época habsburgiana la figura del ingeniero supone una novedad dentro de las actividades profesionales, encaja de maravilla en la cultura renacentista, donde se ensalza al hombre polifacético y osado, con una mezcla de saberes y experiencias, hombres que en lo militar saben de armas, pero no carecen de letras, que prueban y piensan, que teorizan con el fin de llevar a la práctica y que para financiar las empresas buscan el favor de señores y príncipes, y arriesgan vida, fama y bienes propios.

El ingeniero es al mismo tiempo xumétrico (entendido en geometría), matemático, geógrafo, arquitecto, militar y estratega, químico, físico, y todo esto no solo logrado con ciencia y estudio, sino asistiendo a contiendas para las cuales toda Europa, y por mar el Mediterráneo y el Atlántico son un constante teatro de operaciones. 

Desde el punto de vista de la producción literaria-científica militar, decir que estos científicos prácticos empezaron a engendrar una literatura y/o producción artística y técnica que va desde el dibujo técnico (ingenios, balística y armas, planos, trazadas, croquis, arquitecturas, mapas), al dibujo artístico, a la tratadística, al comentario crítico; y que supuso la proliferación de textos e imágenes cada vez más interesantes y especializados, siendo uno de los fenómenos del XVI los tratados de fortificación (se puede decir que revolucionaria). A cada idea y su consiguiente desarrollo y puesta en práctica sucedía una teorización y extensión de la idea, asimismo sucedía la atención a cuestiones complementarias, pero no menos importantes, como las de tipo estratégico, de armas de fuego (fabricación y uso), de alojamientos de ejércitos, etc. Aparte de esto, las ideas se debatían, se contraindicaban, se sometían a prueba. Lo fantástico se mezclaba con lo posible.

La materialización y difusión de todos estos papeles, dibujos, y libros, se daban muchas veces en cuadernos manuscritos, que podían ser copiados (¡son tantos los que se han perdido!), algunos se publicaban años después, o tras decenios, otros se han guardado quizá por la prudencia de sus destinatarios, o luego sus halladores, quizá por el temor a revelar secretos (recordemos a Leonardo) y otras veces por estar entre tantos otros papeles olvidados. Solo gracias a la investigación histórica contemporánea cobra esplendor esta impresionante época en sus múltiples contextos científico, histórico, cultural y político.

Volvamos ahora a la mención que el rey Felipe hace de Antonelli, y poniéndonos en el punto de mira del monarca, quizá también logremos ver al ingeniero encarnado en la persona de confianza del proyecto real. Ahora sí podemos señalar a Antonelli como pieza clave en cuanto a los objetivos imperiales. Y esto fue porque nuestro autor lo consiguió trasmitir (lo hace en sus Epitomi) y tras esto logró convencer a la realeza y a sus consejeros sobre las cuestiones tratadas en esta obra, que en resumen son las líneas maestras que tratan de modernizar las arquitecturas militares y, por tanto, dar una visión y diseñar y establecer una defensa global en zonas estratégicas españolas, como puertos y costas del Mediterráneo europeo y africano; de conseguir la mejor movilidad de los ejércitos a través del estudio del terreno, de conseguir el aprovechamiento máximo de los elementos de artillería que en combinación con la fortificación lograran plazas inexpugnables también a la potente artillería rival (recordemos el invento de la pólvora). En fin, tenemos a uno de esos hombres del renacimiento que acapara un saber poliédrico, amplio y versátil de ingeniería militar y lo pone al servicio la corona y de su decidida expansión político-militar-religiosa y, por tanto, la necesaria defensa del cada vez más extenso imperio español.

Subrayamos sobre el 'Epitomi' que es una obra fundamental sobre tratadística en arquitectura e ingeniería militar escrito en Toledo, la comenzó en 1560 y la finalizó en marzo de 1561. El tratado de artillería está dedicado al rey. Pocos meses después Felipe II haría el primer encargo a Antonelli, fruto del mismo Juan Bautista parte de Toledo a Valencia el 2 de octubre de 1561 con el propósito de consolidar las defensas costeras levantinas, su título ya le ha sido concedido: 'ingeniero'.