Recordando al cardenal Juan Martínez Silíceo

José García Cano*
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Esta semana recordamos el aniversarios de la defunción de uno de los arzobispos clave en la historia de nuestra provincia: Juan Martínez Guijarro o Juan Martínez Silíceo, como mejor se le ha llegado a conocer

Juan Martínez Silíceo según cuadro de Juan de Coomontes. - Foto: Catedral de Toledo

Esta semana además de festejar el día de nuestra región y de ser un día de celebración para todos los castellano-manchegos, también recordamos la fecha de defunción de uno de los arzobispos clave en la historia de nuestra provincia: Juan Martínez Guijarro o Juan Martínez Silíceo, como mejor se le ha llegado a conocer, después de latinizar su segundo apellido, algo que era habitual entonces. Nació Guijarro –o Silíceo- en Villagarcía de la Torre (Badajoz) en el año 1477, falleciendo como decíamos el 31 de mayo de 1557. De origen humilde, Silíceo estudiaría entre otros lugares en Valencia, trasladándose luego a París, donde se ordenaría sacerdote, llegando a ocupar el puesto de maestro de Artes en la Universidad de París. Cuando publicó su primera obra titulada Ars Aritmetica (1514) nuestro protagonista se latiniza el apellido, con el que se le conocerá históricamente.

En la portada de este libro aparece la primera 'impresa' del personaje, en la que destacan tres cosas. La primera de ellas es que el centro de la misma son tres letras mayúsculas correspondientes a su nombre y sus dos apellidos, el último de los cuales ya está latinizado. Silíceo ocupará en el año 1516 la Cátedra de Nominales en la Universidad de Salamanca, donde seguiría siendo profesor, pero esta vez de Lógica y de Filosofía Natural. Años después (1534) sería nombrado por el mismísimo Carlos V como preceptor del joven príncipe Felipe y ya en 1541 ocupará el cargo de obispo de Cartagena, hasta que en 1546 llegará al arzobispado de Toledo. Uno de los capítulos interesantes de la vida del cardenal Silíceo, fue cuando firmó el conocido como estatuto de limpieza de sangre del Cabildo toledano, ya que este estatuto sería el modelo de otros tantos que se fueron implantando a partir de entonces y a través de los cuales se obligaba a que las personas que querían ocupar cargos eclesiásticos debieran demostrar la ascendencia de cristianos viejos, separando a las minorías judeoconversas de ese derecho a ocupar cargos en los cabildos.

A este prelado toledano, entre otras muchas cosas, debemos el acuerdo que tomó la primavera de 1554 junto con el Ayuntamiento de Toledo, de modificar la estructura de una de las plazas más importantes de la capital imperial, la plaza del Consistorio o de la Catedral. Hasta aquel año, en esta plaza había una serie de edificios inconexos y de distintos propietarios lo que provocaba que faltara espacio para las transacciones y ventas habituales; por ejemplo, frente a la Puerta del Perdón de la catedral se encontraba una calle cerca de la que se situaban las escribanías públicas y el granero o silo que custodiaba el grano que recogía el Cabildo catedralicio, en aquella época muchos cientos de kilos procedentes de las rentas y diezmos arzobispales. Gracias a la acertada decisión del cardenal Silíceo se comenzaron a demoler algunas de estas construcciones, de manera que se ofreciese al ciudadano un sitio amplio, capaz y acorde con los principales edificios que se ubicaban en ella, como son el palacio arzobispal, la Catedral y el Ayuntamiento Toledano. Precisamente en esa reestructuración de la plaza se acordó dejar un pretil 'de una vara de medir', para que se arrimara la gente que por allí pasease 'e ver e señorear' desde allí la calle baja y alta, refiriéndose al mismo pretil que aún hoy subsiste y bajo el cual se ubicó una fuente en el siglo XIX.

Uno de los más importantes legados que nos ha dejado el cardenal Silíceo es el Colegio de Doncellas Nobles de Nuestra Señora de los Remedios, edificio en el que precisamente está enterrado el propio cardenal y que creó con la intención de dar formación humana y cristiana a chicas jóvenes de la archidiócesis de Toledo que no tenían suficientes recursos económicos. Se fundó en 1551 y los patronos del colegio fueron dos de los más poderosos personajes de aquel siglo XVI: el arzobispo de Toledo y el rey Felipe II, quien dijo sobre esta fundación: «Por nos y por los reyes de Castilla, nuestros sucesores». En la iglesia del colegio se encuentra la tumba de Silíceo que fue tallada por Ricardo Bellver y Ramón en 1890, presidiendo el centro del templo, si bien las trazas del templo actuales se deben a dos reformas importantes realizadas en el siglo XVIII primero por José Hernández y luego por Ventura Rodríguez. Hoy en día acoge una residencia universitaria, donde seguimos escuchando las voces de las jóvenes que la ocupan, conservando un uso muy similar al que le diera Silíceo hace más de 470 años.

Muy relacionado con el cardenal Silíceo está el castillo toledano de Las Guadalerzas, antiguo hospital medieval fundado en el siglo XII y ubicado en el término de Los Yébenes, ya que en 1572 Felipe II lo vendió a este cardenal, quien junto a la finca del Emperador obtuvo iportantes ingresos con los que mantener al citado Colegio de Doncellas Nobles de Toledo. Y como un homenaje más a tan preclaro cardenal, recordemos las palabras que aparecen en su epitafio: «Doctor entre los varones más doctos, fue preceptor del rey Felipe, hijo de César Carlos. Un coro de doncellas recuerda su caridad sin límites».